Amordazar al mensajero

Debe cesar de inmediato el acoso de Podemos a los periodistas, que atenta contra el derecho de los ciudadanos a una información veraz y contrastada

Iglesias responde a las preguntas de periodistas en el Congreso, ayer.

Iglesias responde a las preguntas de periodistas en el Congreso, ayer.

ENRIC HERNÀNDEZ

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Por las responsabilidades que ejerzo, he tenido personal conocimiento de algunos de los episodios protagonizados por dirigentes de Podemos que ahora han denunciado varios periodistas ante la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).Asociación de la Prensa de Madrid (APM) Debo callarlos en razón del secreto profesional, pero comoquiera que alguno de ellos ha acontecido a la luz pública, e incluso en las redes sociales, me siento autorizado para corroborar los hechos --siquiera parcialmente-- y formular algunas reflexiones al respecto.

Desde la distancia, constato que las relaciones entre los fundadores de Podemos y los periodistas que informan sobre sus actividades adolecieron, al menos al principio, de un exceso de emotividad. Los primeros eran nuevos, novísimos en la arena política, y a partir de su sorpresivo resultado en las elecciones europeas del 2014 gozaron de una atención mediática inaudita para una fuerza entonces extraparlamentaria en Madrid. Para mal... y para bien.

Tal vez por ese motivo, los informadores pudieron sentirse testigos --y acaso coprotagonistas-- de una aventura llamada a sacudir los pilares de nuestro sistema democrático. Ciertas dosis de empatía e incluso de complicidad quizá fueran inevitables; algo similar sucedió durante la Transición entre los jóvenes dirigentes del PSOE y una parte de prensa de Madrid.

Tal sintonía no debe entrañar problema alguno, salvo que políticos o periodistas no sepan estar cada cual en su sitio. Los primeros, ejerciendo su actividad pública con transparencia, respeto al pluralismo informativo y sin sectarismo. Y los segundos, relatando los hechos con rigor y ecuanimidad, moleste a quien moleste.

La denuncia que un nutrido grupo de informadores ha elevado a la APM indica que la cúpula de Podemos habría transgredido esas reglas de juego, tratando de condicionar sus informaciones y de domesticar sus plumas mediante reprimendas públicas, presiones privadas y campañas de descrédito en las redes sociales. La guerra interna de los morados, saldada en Vistalegre II en favor del sector de Pablo Iglesias y en detrimento del de Íñigo Errejón, agudizó esas deleznables maniobras de acoso y amedrentamiento. Pero no las inauguró.

AL PIE DE LA NOTICIA

Es un secreto a veces que los poderes públicos y privados ejercen presiones sobre los medios de comunicación y sobre sus máximos responsables; si estos se resisten o claudican ante las mismas queda de relieve en sus portadas y en sus líneas editoriales, siempre sujetas al escrutinio de la audiencia. Pero someter a idéntica o peor presión a los periodistas que están al pie de la noticia, haciéndoles temer incluso por su puesto de trabajo si no informan al dictado de las fuentes, constituye una extorsión del todo inaceptable en democracia.

El hábito político de matar al mensajero cuando sus noticias disgustan adquiere así otra expresión, no menos condenable: tratar de amordazarlo para que no pueda ejercer en libertad su función social, que no es otra que la de garantizar el derecho de todos los ciudadanos a una información veraz y contrastada. Por el bien de todos, esas prácticas deleznables deben cesar de inmediato.