25º aniversario de la muerte de un político y economista singular
Poco rastro queda de Trias Fargas
El 'conseller' defendió la convicción liberal de que cuenta la razón y no la adhesión a un líder o la épica
Josep Soler Albertí
Economista. Director general del Institut d'Estudis Financers
JOSEP SOLER ALBERTÍ
Fue después de comer hace 25 años, el domingo 22 de octubre de 1989. Fecha que me es fácil de recordar porque mi mujer había salido de cuentas hacía unos días y mi hijo Aleix estaba al caer. Nació pocas horas después. No habíamos encendido la televisión y no había móviles. Un periodista encontró el teléfono de casa de mis padres y me comunicó la noticia de que Ramon Trias Fargas acababa de morir en un mitin electoral en El Masnou. En aquel momento ya pensé que, conociendo su particular relación crítica con la política partidista, la circunstancia de su muerte tenía algo de paradójico e incluso de injusto por su trayectoria mucho más racional que épica.
Hacía un tiempo que Ramon Trias había decidido dejar la política activa, pero ejercía todavía como 'conseller' de Economía en un segundo mandato de solo 15 meses, pero que gestionaba con ilusión, empuje, y con un sentido 'de país' abierto y de calidad, poco habitual. La política partidista le había dado muchos dolores de cabeza desde que se vio obligado a fusionar su partido, Esquerra Democràtica de Catalunya, con Convergència. Fueron razones de inviabilidad económica de EDC más que ninguna adhesión a proyectos unitarios lo que le llevó a la absorción. Realmente la sufrió y le honra.
Antes de continuar quiero aclarar que nada puede ser más despreciable que elucubrar como pensaría, diría o reaccionaría ahora una persona desaparecida. Se hace a menudo. Quiero huir de cualquier veleidad de querer situar al personaje, 25 años después de su muerte, en la Catalunya de hoy y me limitaré a recordar algunas de sus excepcionales cualidades que actualmente se echan de menos.
La creación de la gran caja catalana
De su segunda etapa como 'conseller' de Economía se recuerda a menudo su oposición inicial a la fusión entre Caixa de Barcelona y La Caixa. Las dudas que mantenía sobre la operación, que finalmente confirmaría la creación de la gran caja catalana, se fundamentaban en sus convicciones liberales que lo hacían pensar mal de estructuras demasiado grandes y poderosas, complejas de controlar. ¿Quién se preocupa, hoy en día, de la limitación al poder, a los poderosos?
Tuvo Ramon Trias la visión de generar muchas iniciativas durante ese breve tiempo en la 'conselleria', en línea con su permanente preocupación por analizar y estructurar la economía catalana. Una de sus orientaciones como académico, profesional y empresario fue el sector financiero y como tal impulsó en su último año de vida un conjunto de iniciativas: el mercado de futuros, la transformación de la bolsa, la creación de Barcelona Centre Financer Europeu como embrión de una imposible candidatura de Barcelona a sede del Banco Central Europeo, o el Institut d' Estudis Financers. Él había impulsado hacía años muchas otras estructuras financieras: servicios de estudios, asociaciones de analistas y de economía regional, los primeros fondos de inversión y los primeros presupuestos y estructura financiera de la Generalitat, esto último en su etapa previa como 'conseller'. Colaboré en sus últimas iniciativas, y sé que casi todas fueron llevadas a cabo gracias a los contactos, la confianza y el prestigio que generaba Trias Fargas entre los medios políticos y bancarios del resto de España, una cualidad ahora mismo desconocida entre los políticos catalanes y que resultaría vital para buscar una salida a la confrontación actual.
Labor intelectual y académica
Su formación y dedicación dual, jurídica y económica, marcó su importante labor intelectual y académica en el terreno de la economía. La balanza de pagos interior, la industria y la empresa, el federalismo fiscal, las finanzas públicas y la economía regional fueron algunos de sus focos de interés y de sus discípulos en el Banco Urquijo y en la universidad; pero sobre todo lo fue la economía como instrumento político para la libertad, la descentralización y la europeización del país.
Algunos de sus libros recopilatorios, especialmente aquellos anteriores a su dedicación a la política, es decir cuando gozaba de plena libertad intelectual no coartada por un partido o un cargo, son de extraordinaria vigencia y profundidad. Por ejemplo, la recopilación de artículos de los 60 y 70 'El precio de la libertad' (1976) o el más elaborado 'Solucions per a Catalunya' (1977). Y son de gran interés porque desde su escepticismo vital, confronta los temas con pasión pero sin olvidar los inconvenientes y en particular los costes del progreso. Esta voluntad liberal de hacer entender que se deben establecer prioridades, que no hay 'free lunch' (barra libre), que todo es debatible y mejorable, y que lo importante es la razón y no la adhesión a un líder, nos dejaron hace 25 años. Desde entonces, desgraciadamente, poco rastro.
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