Editorial

Pobreza y derechos de la infancia

Save the Children constata que España es uno de los países donde menos sirven las ayudas sociales a los menores

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El Día Universal de los Derechos del Niño, que se celebra hoy, nos sirve de atalaya para observar el panorama en el que se encuentra la población infantil afectada por el riesgo de pobreza o exclusión social en Europa. Según datos de Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, en el 2015 se hallaban en esa situación <strong>25 millones de niños</strong>, el 26,9% del total de población de hasta 17 años, una cifra solo algo menor que en el 2010 (27,5%), pero igualmente lacerante. Uno de cada cuatro niños o adolescentes vive en alguna de las tres condiciones precarias que describe la Unión Europea: pobreza monetaria -aun a pesar de las ayudas sociales-, privación material severa o bajo la amenaza de una muy débil estabilidad laboral.

Pese a la reducción global de las cifras, en España el índice de pobreza infantil ha aumentado en los últimos cinco años del 33,3% al 34,4%, notoriamente por encima de la media de la Unión, y está solo superada por Rumania, Bulgaria, Grecia y Hungría, en la cola de los estados europeos. Es decir, de cada tres niños españoles hay uno que vive sin las condiciones imprescindibles para su sustento y su desarrollo. Este dato viene agravado por el hecho de que España, según constata Save the Children, es, junto con Grecia, el país donde las ayudas sociales tienen menor capacidad para mitigar la pobreza. Como advierte esta oenegé, la pobreza «es un problema multidimensional», porque no solo significa no tener cubiertas necesidades mínimas de nutrición, sanidad y vivienda, sino que implica «exclusión social, falta de acceso a servicios, relaciones y eventos socioculturales».

En el Día Universal de los Derechos del Niño no solo podemos quedarnos en la observación de las cifras, sino que se debe exigir a las administraciones que actúen con más intensidad. En la educación, por ejemplo, que es la esencia para que en el futuro la situación sea reversible. No es baladí constatar que cuanto más bajo es el nivel educativo de la familia, más riesgo de pobreza existe y también mayor es el índice de abandono escolar. Y al revés. Cuanta más formación, menos pobreza. Este es el reto ineludible que tenemos como sociedad. Sin olvidar la situación crítica, de urgencia humanitaria, que denuncia Save the Children: en Siria hay 2,7 millones de niños que no pueden acceder a las aulas por culpa de la guerra.