Editorial

Un Poblenou muy vivo debate su futuro

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Si un barrio de Barcelona ha experimentado una enorme transformación en el último cuarto de siglo ha sido el Poblenou. El formidable impulso de los Juegos Olímpicos de 1992 modificó profundamente la faz de la zona, de larga tradición fabril y, por tanto, popular. Desde los años 90, e incluso antes, el Poblenou ha visto desaparecer muchas industrias de enorme peso al tiempo que ha asistido al nacimiento de una miríada de empresas tecnológicas, lo que ha dado lugar al llamado 22@, que aún tiene mucho camino por recorrer. La Vila Olímpica y no pocos edificios flamantes conviven hoy con viviendas modestas entradas en años, y construcciones modernistas de notable interés arquitectónico se alzan al lado de solares descuidados y naves en desuso.

Esta paradoja estética que ofrece el barrio es poderosa, incluso cinematográfica, pero no puede ocultar una realidad: el Poblenou precisa actuaciones que doten de más unidad al tejido urbano sin hacerle perder nada de su personalidad. A este zurcido territorial y social debe contribuir decisivamente el plan de Pere IV -una de las espinas dorsales del barrio-, que posiblemente empezará a ejecutarse en marzo después de años de retrasos. Se trata de un ambicioso proyecto que debe revitalizar una de las partes más degradadas del Poblenou y tener un impacto positivo más allá de esa arteria. Y aquí hay que consignar, en favor del Ayuntamiento, dos datos relevantes. El primero, que ha tenido la flexibilidad suficiente para aceptar que las obras no empiecen por donde quería (el extremo norte, desde la Rambla de Prim hacia el sur) sino en la parte central, donde el proyecto ya está a punto. El segundo, que dará voz y medios a los vecinos para que participen, a través de una mesa de entidades, en la concreción del plan.

El Poblenou, pues, sigue siendo un barrio muy vivo y dinámico. Una prueba de su condición de referente es el creciente atractivo que tiene para ciudadanos con capacidad económica -muchos de ellos extranjeros- y para el turismo, fenómeno que preocupa a sectores del barrio que alertan de una posible gentrificación. El Poblenou debe ser el paradigma del equilibrio que precisa la relación de Barcelona y el turismo: debe beneficiarse de este sin perder su carácter popular y sin que los vecinos se sientan extraños en su propio barrio. Un objetivo factible.