intangibles
El plutopopulismo y la derrota del liberalismo
Jesús Rivasés
Periodista
JESÚS RIVASÉS
Martin Wolf es Comandante del Imperio Británico, título honorífico recibido por su contribución al "periodismo financiero". Cosas de los británicos. Economista de formación trabajó en el Banco Mundial, antes de ser el economista jefe de opinión del diario Financial Times -la Biblia europea de la información económica-, algo que le ha convertido en un personaje tan influyente que, no sin meteduras de pata, mantiene en vilo tanto a Gobiernos -el primero el de Theresa May- como a mercados.
Wolf, muy crítico con el Brexit, acaba de acuñar -con Donald Trump al fondo- el término "plutopopulismo", cuyo gran impulsor, claro, es el presidente americano, responsable de que la última cumbre del G-7 se haya saldado con más pena que gloria. Trump no quiere saber nada de la lucha contra el cambio climático y tampoco es muy partidario del libre comercio, algo que como explica el analista británico rompe con el conservadurismo tradicional americano, entendido como el legado de Ronald Reagan, y se transmuta en vulgar populismo de derechas.
Trump, en pocos meses, ha logrado la hazaña de decepcionar a sus votantes de la América profunda y rural que, como deja claro su proyecto de Presupuestos, no resultarán beneficiados, lo que confirmaría la teoría de los profesores de Harvard Di Tella y Rosemberg que explica "por qué los votantes americanos prefieren la incompetencia". Los planes de Trump -esbozados en sus Presupuestos- benefician sobre todo a los muy ricos, sin que apenas tengan en cuenta a los demás, "pluto-populismo".
Los nuevos conservadores-populistas, con Trump y May a la cabeza, aunque no son casos idénticos, parecen abjurar del liberalismo de Reagan y Thatcher, hasta el punto de que la primera ministra británica, como recuerda el comandante-economista, retoma el intervencionismo de MacMillan, premier entre 1957 y 1963, que inspiró al histórico liberal Hayek para dedicar un libro a los "socialistas de todos los partidos".
El liberalismo, pues, parece caminar hacia la derrota. La Gran Recesión ha inclinado hacia una socialdemocracia más o menos diluida a todos los gobiernos conservadores de Europa, incluido el de Mariano Rajoy y el de Ángela Merkel, mientras la incógnita Macron se erige como la última esperanza liberal. La primera consecuencia ha sido que la socialdemocracia histórica y la izquierda se radicalicen. Pedro Sánchez es el último ejemplo. Sus orígenes no son radicales, pero ha vencido en las primarias con promesas más radicales y promete un programa económico tan antiliberal como intervencionista. Es el hueco que le queda entre un centro-derecha que ya no quiere ser liberal y el populismo de extrema izquierda, mientras las elecciones se han convertido en "concursos de popularidad", como afirma David Van Reybrouck en su alegato "cómo salvar la democracia". Es la oportunidad que el pluto-populismo y el populismo-leninismo-digital quieren aprovechar para derrotar al liberalismo, si nadie lo remedia.
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