Pequeño observatorio

El placer de hacer una colección

JOSEP MARIA
ESPINÀS

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Leo en este diario que se ha celebrado Mineralexpo, una feria internacional de minerales y fósiles. Como en todas las ferias, hay un componente comercial. Se compran y venden, si no me equivoco, piezas de colección, fragmentos de minerales y objetos y joyas adornadas con piedras y minerales. Me ha hecho recordar un periodo de mi vida -cuando tenía pocos años- en que hice una colección de minerales. Evidentemente modesta, sin ningún valor científico. Tenía una caja bastante grande, con varios compartimentos hechos con tiras de cartulina, en cada uno de los cuales había una pequeña piedra. No sé cómo me interesé por ir reuniendo aquellas muestras, tal vez fuera una sugerencia escolar. Me gustaba observarlas. No había dos iguales, ni en las formas -eran fragmentos arrancados de una roca más grande- ni en los colores. Algunas tenían vetas negras; otras, puntos brillantes. Un poco de plata, quizá, un poco de hierro... ¿Era una colección educativa para iniciarme en la mineralogía? Pienso que la intención coleccionista no iba más allá de aprender los nombres de los minerales, identificándolos con las características de cada piedra. Pero estaba el aspecto plástico, que me atraía. Cada trozo de mineral tenía una forma que no había sido dibujada, un color que no había sido pintado. Entonces no sabía que aquellas composiciones naturales las reencontraría, de mayor, en algunas pinturas y esculturas de futuros artistas y que se hablaría de la pinturamatérica.

Cuenta la crónica de esta feria que era posible ver, a través de un microscopio, minerales milimétricos de gran belleza, y que se podían captar gracias a la fotografía digital. Y me he preguntado si, actualmente, los niños y las niñas se dedican a hacer colecciones como antes. Lo ignoro. Me parecería bien, porque pienso que un coleccionismo sin pretensiones pero activo es un incentivo estético y mental. Cuando yo era pequeño -no siempre estoy convencido de haber sido niño- hacer colecciones era bastante habitual. Además de la de minerales, no era ninguna rareza coleccionar cromos, conchas, mariposas y, sobre todo, sellos. Eran estímulos para el hábito de la ordenación y para la observación comparativa. Y también para practicar la paciencia, porque la adquisición de las sucesivas piezas se hacía lentamente. Probablemente, hoy se consiguen los mismos resultados con estas u otras herramientas. Pero ya se sabe que la memoria, si no es trágica, embellece amablemente los pequeños residuos del pasado.