Dos miradas

Un píxel

Las ropas de Aylan podrían ser las que visten nuestros hijos. Su postura podría ser la de cualquier niño vencido por el sueño

EMMA RIVEROLA

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Un píxel representa la menor unidad homogénea de color. Al pixelar una fotografía, la imagen se puebla de pequeños cuadraditos, cada uno del mismo tono. Desaparecen los matices, los difuminados. Las formas se tornan más rígidas, pero también más ordenadas, como si al fin pudiéramos acceder a la pureza de su interior. La imagen del niño de la playa se ha convertido en el símbolo de la tragedia de los refugiados. EL PERIÓDICO la publicó en portada pixelando el rostro del pequeño. El puñetazo en el vientre ya estaba suficientemente alimentado por ese cuerpo arrastrado hasta la orilla, varado en su irremediable soledad. Las ropas de Aylan podrían ser las que visten nuestros hijos. Su postura podría ser la de cualquier niño vencido por el sueño. Pero ese rostro pixelado revelaba la única verdad de la imagen.

Cada emoción, un píxel. Cada política, un cuadrito. El marrón del desaliento para la parálisis de la Unión Europea. El amarillo ácido para el cinismo de sus líderes y, quizá, el de todos. Uno más para el miedo negro, tan profundo que se lo come todo, incluso ese cuadrado del borde, ya fundido en el mar, el pequeño reducto de una esperanza. Cuadros que expresan la ira, la desolación, el fracaso de un mundo incapaz de vivir en paz. Un egoísmo que a veces se le llama pragmatismo o intereses nacionales o defensa… Mil nombres que explotan en el rostro de un niño, convirtiendo a la humanidad en un despojo naufragado.