La gran mentira de las redes sociales

Piqué, en el partido de este domingo ante Albania.

Piqué, en el partido de este domingo ante Albania. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Dice mi adorado y adorable maestro, único, el de muchos, el más grande (también en tamaño, sí), que la culpa de todo la tenemos nosotros, los periodistas antiguos, por no haber sabido defender, demostrar, mantener que el papel es lo único que tiene credibilidad porque, cumpliendo con el rigor del buen periodismo, tú no publicas, negro sobre blanco, algo que no has confirmado, al menos, por tres fuentes.

Eso, que en el periodismo actual te señalaría como uno de los tipos más tontos del mundo (¿comprobar un rumor, una noticia? ¿de qué me hablas?), ha estallado por los aires con la aparición, generalización, de las redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram y demás bobadas (con perdón, o no). Sé que la respuesta a mi crítica a tan alocada manera de informar, difamar, mentir, insultar y manipular, es que la culpa no es del nacimiento de Internet, las redes sociales, del instrumento, sino de cómo la gente lo utiliza. Lo malo no es que existan las armas; lo malo es quien las dispara. No, perdona, lo malo es poder comprarlas en el supermercado junto a las chocolatinas.

QUEREMOS SABER

Y eso es lo que ha ocurrido, especialmente, con Twitter. Todo el mundo se cree con derecho a destrozar (casi siempre desde el anonimato; perdón, siempre) la vida de los demás. A desinformar. A maltratar. A manipular. La red, convertida en el principal canal de comunicación en nuestra vida diaria, no cumple con un precepto básico: saber con quién estamos hablando o quién habla de nosotros. Algo imprescindible en cualquier relación personal y/o profesional, no se cumple en Internet. Y a nadie le preocupa.

Uno de los reyes de las redes sociales, Gerard Piqué, ha terminado renunciando a la selección española por culpa (en parte) de las campañas que le han organizado en esa aldea virtual. Cierto, él fue uno de los primeros  magos de tan manipulable instrumento de comunicación (o descomunicación) e, incluso, prescriptor de plataformas (no olvidemos su Periscope), pero no por ello merece convertirse en el muñeco del pim-pam-pum continuamente.

LA MISMA CAMISETA QUE RAMOS

La última manipulación, ataque, crítica, asquerosidad, ha sido denunciar que se había cortado la bandera española en las mangas de la camiseta lucida en Albania. Curioso: Sergio Ramos llevaba la misma camiseta y nadie dijo nada. Y eso es lo que demuestra la campaña, la persecución, la manía, la caza, el pim-pam-pum. Ni siquiera un tío, dicen, tan, tan, tan cachondo y tolerante como Piqué ha podido vivir indiferente a tanta y marrana campaña y manipulación. Han acabado con su humor y su presencia en 'La Roja'. Cierto, tras el Mundial 2018 ya hubiese sido normal que lo dejase pero, tal vez, este incidente, que no será el último, le ha empujado a anunciarlo antes de hora para ver si así le dejan tranquilo los dos últimos años. Pues no, chaval, no; te tienen cariño. O manía.