Al contrataque

Piqué

Manel Fuentes

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En un momento en el que las ruedas de prensa tras cualquier polémica se convierten en un teatrito donde el polémico sale y dice que lo siente mucho, que se ha equivocado y no volverá a ocurrir, la comparecencia de Gerard Piqué, por sincera, pareció más luminosa de lo que tal vez fue. A diferencia del político que después de declarar o tuitear alguna bajeza sale a la palestra a decir que le han malinterpretado, Piqué tuvo la decencia de no arrepentirse de ser como es. «Lo haría una y mil veces», dijo en relación a sus pullas a los madridistas, como si ese fuera el motivo de los pitos que le dispensa el público cuando juega con la Roja.

Trufó su discurso con anécdotas personales, esas que crean proximidad. Y así, todos imaginamos a Gerard en casa junto con la camiseta de Buffon ansiando la eliminación del Madrid en la Champions. Sí, Piqué es antimadridista y no se esconde. Algo que, dicho sea de paso, la gran mayoría ya sabía, asumía y aceptaba. Y que además sirve para animar la rivalidad más rentable de la Liga española.

Deporte y política

Piqué fue inteligente al inclinarse en público por pensar que el motivo de los pitos está en su antimadridismo. Como la masa no tiene voz propia, difícilmente nadie le podrá desmentir, pero uno sospecha que en el abucheo hay algo más. O todos los que van a ver a la Roja no quieren que gane la selección y descentran a uno de sus jugadores, o son hooligans de Kevin Roldán con poco sentido del humor, o tal vez, como dijo Gerard, lo hacen por «el tema Catalunya-España».

Fue Piqué el que apeló a la libertad de expresión cuando se criminalizó el abucheo al himno español en la final de la Copa al tiempo que reflexionó sobre lo bueno que sería que nos preguntásemos todos por el porqué de la pitada, y me temo que igual eso sí le pasa factura ahora. Es todo tan raro. Está todo tan tenso… Sí, hay quien no convive bien con la diferencia. Pero la falta de educación o de elegancia tampoco ayuda a abrazarla. Además, la política y el deporte nunca casan bien, aunque cada vez se parecen más entre sí. A través de la táctica y el interés, lo que se agita es la pasión y la irracionalidad. Piqué resolvió bien el trabajo que le daban las preguntas bombeadas hacia esa área pequeña, despejando balones fuera. Va a seguir yendo a la Roja mientras le llamen y allí se siente a gusto, al tiempo que apoya a Gua-nyarem, que pide selecciones nacionales catalanas. «Por lo que el deporte catalán me dio en mi época de formación», dijo. Igual que dijo que iría a la Via Lliure de la Meridiana.

Así es Piqué, con o sin contradicciones según quien le quiera juzgar.Y así está el tema: por lo que se ve, en el amor y en el odio hay quien confunde Madrid con España, a los lobis y a determinados gobernantes con la ciudadanía, al deporte con la política, a héroes y modelos de conducta con disfrutones desacomplejados. A defensas con atacantes.