Peccata minuta

Pintada está mi casa

'L'Operari' posee un desparpajo verbal, al borde del surrealismo, comparable a la del maestro Rubianes

JOAN OLLÉ

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De vez en cuando las paredes se agrietan y toda la casa, ayer blanca, empieza a teñirse de un amarillo nicotina. Es el momento de llamar al pintor, que quizá estará ocupadísimo, y, después de presentarte un presupuesto digno de un Tàpies, te dará hora para el próximo trimestre. Y un lejano día llegará cargado de escalera de tijera, botes de 15 litros y rollos de cartón ondulado para proteger el suelo, desplegará por la casa todo su arsenal de rodillos, brochas y rasquetas y, tras retirar muebles y objetos (o cubrirlos con un muy leve plástico) se largará al bar de la esquina a zamparse un tremendo bocata culminado con un carajillo de los de antes.

La primera fase consiste en rascar, fondear y cubrir con masilla las cicatrices de techo y paredes. Ya listo ese trámite, el pintor paseará orgulloso la palma de la mano por su obra, como quien acaricia una espalda de mujer. Durante el proceso de secado aprovechará para irse al taller, que acostumbra a quedar a tres leguas de distancia, a buscar un olvidado papel de lija o disolvente. Y, luego, la primera capa, a la que seguirán la segunda y quizá tercera del color escogido en el pantone(verde Ramona, rojo carruaje, azul de Prusia…). Aunque el pintor sea extremadamente pulcro y recoja, al final de su labor, hasta la mínima partícula de polvo, la mestressa de la casa que en su día requirió con urgencia su presencia, ahora le conmina, al borde del ingreso hospitalario, a que recoja de una puta vez todos sus bártulos y se largue para siempre.

Un pintor de época

Jordi, amigo pintor al que bautizamos hace ya 30 años como l'Operari, ha vuelto a casa por enésima vez, y con él, la alegría. Jordi es un pintor de época que piropea a porteras y señoras de la limpieza con una tremenda gracia andaluza, a pesar de ser del Poblenou. Es un experto en nostalgia de tranvías barceloneses (aún sabe de memoria todos los números y recorridos ) que se descojona de que a los encargados se les llame jefe de personal, a los recaderos, logísticos, y a los timos, ingeniería económicaL'Operari posee un desparpajo verbal, al borde del surrealismo, comparable a la del maestro Rubianes. Ya le he propuesto su debut en el escenario, pero él dice que no, que ni en pintura. Insistiré.

Jordi ya está recogiendo sus enseres: ha transformado aquella «casa sucia llena de gente vieja», de Jaime Gil de Biedma en la ahora «pintada, no vacía, pintada está mi casa» de Miguel Hernández. Pero la casa recién pintada estará un poco más vacía sin él. Les recomiendo los servicios de nuestro muy querido l'Operari, a pesar de que a la hora del culebrón se apalanque en el sofá hasta acabar la siesta, le propine más de un sopapo en el hocico a nuestro perro/león por malcriado y se nos coma las magdalenas.