Gente corriente

Pino Barone: «Necesitaba otro aire, uno que no fuera el de una ciudad en ruinas»

Superviviente. Estudiaba Medicina en L'Aquila cuando el terremoto del 2009. Buscó refugio, y lo halló en BCN.

Pino Barone

Pino Barone

MAURICIO BERNAL

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-Soy todo oídos.

-Bien. El asunto es que había temblores desde hacía cuatro meses, al principio tan leves que ni siquiera te daba miedo. Pero un día empezó a haber más. Ya no era solo un temblor cada día, sino dos o tres, y a veces cuatro. Una semana antes hubo uno muy fuerte, pero muy, muy fuerte, y esa fue la primera vez que realmente tuve miedo. Pero dices: ya está. Y no, resulta que no. Llegó la noche del 5 al 6 y entonces, a eso de las once y media, hubo un temblor tremendo, más fuerte todavía que el de la semana anterior. De hecho, mucha gente decidió pasar la noche en el coche. Yo no tenía coche, pero me acosté con la ropa puesta, los zapatos al pie de la cama, las llaves en la mesa... Todo listo por si pasaba algo.

-Y pasó.

-A mí me despertó un ruido que nunca antes había oído. Un estruendo. Supongo que es el ruido de la tierra al moverse. El sonido del terremoto. Luego, el ruido de cosas que se caían al suelo. Yo vivía en un quinto y pensé: «Tengo que salir de aquí cuanto antes». Me asomé a la escalera y vi que había daños, y que había vecinos en pijama que no sabían qué hacer. «¿Es el terremoto?», me preguntó uno. Y yo: «¡Claro que es el terremoto, no te quedes ahí parado!» Una vez abajo, lo primero que hice fue llamar a mis padres. Después, todas las líneas se apagaron.

A la Universidad de L'Aquila le tomó seis meses reparar los daños y reanudar las clases. Mientras eso ocurría Pino se instaló en casa de sus padres, en Bussi Sultirino, muy cerca de allí, en el centro de Italia. Dos de sus compañeras de la Facultad de Medicina habían muerto y eso le daba la medida de lo afortunado que había sido. Entonces, como ocurre con frecuencia con los que son supervivientes, comenzó a ver las cosas -el tiempo, la vida, la muerte- con otros ojos.

-En irme. Básicamente, empecé a pensar en irme.

-Quiere decir que por eso vino aquí, a Barcelona.

-Sin duda. Pero además, tiene que ver con lo que me encontré al volver a L'Aquila. La ciudad ya no era la misma, la ciudad que a mí me gustaba tanto, quiero decir, esa ciudad ya no existía, los puntos de referencia que antes había ya no estaban... Cómo le explico. Es como si un día desapareciera la Sagrada Família, ¿me entiende? Un referente, algo que uno sabe que si mira en esa dirección allí va a estar, un punto fijo en el horizonte. Ya no se podía pasear, ya no sabías muy bien dónde estabas ni a dónde ibas. Me di cuenta de que en ese momento no podía estar allí, y que necesitaba una ciudad viva, o vital, algo que no fuera lo que era en ese momento L'Aquila pero que al mismo tiempo tuviera algo que ver con lo que había sido. Por eso escogí Barcelona. Así que me presenté a una beca Erasmus y me vine para acá.

-¿Cuándo fue eso?

-¿El viaje? Empecé a planearlo en febrero y llegué aquí en septiembre. Septiembre del año pasado.

-Ah. O sea, que está por terminar.

-Se acaba en junio, sí.

-¿Y qué va a hacer?

-Volver a L'Aquila.

-¿Ah?

-Sí, volver. A mucha gente le pasó lo que a mí, mucha gente después del terremoto se fue de la ciudad, y... No sé, ahora lo siento como una responsabilidad. Lo de volver, quiero decir. Irme, en su momento, era una necesidad vital. Necesitaba tiempo. Como muchos de los que se fueron, supongo. Respirar, no sé, otro aire, un aire que no fuera el de L'Aquila, que entre otras cosas era el aire de una ciudad en ruinas. Pero es una ciudad que sigo queriendo, obviamente, y creo que estar allí es una forma de ayudar en la reconstrucción. ¿Se imagina que todos nos fuéramos, que nadie volviera? ¿Por qué se iba a molestar alguien en reconstruirla?

-Supongo, de todas maneras, que algo habrá cambiado, ¿no? Han pasado dos años...

-Es lo que cualquiera pensaría, ¿no? Dos años, algo tienen que haber hecho. Y no. Ojalá fuera así, pero no. La ciudad está prácticamente igual. Da mucha tristeza decirlo, pero la verdad es que se ha hecho muy poco.

-Me imagino que volver es, de alguna manera, reencontrarse con el pasado, ¿no? Quiero decir, con la noche del terremoto.

-Supongo. Pero la verdad es que siempre me acuerdo. O sea, no todos los días, pero está ahí. Creo que es inevitable, que cuando se ha vivido eso es inevitable. ¿Sabe qué me pasa?

-Dígame.

-Cuando entro en un edificio viejo. Aquí en Barcelona, por ejemplo, me ha pasado varias veces. Siempre hay un segundo, no, una fracción de segundo en que piensas: «Vaya. ¿Y si hubiera ahora un terremoto?»