IDEAS

El cordero rabioso

Pierre Lemaitre, ayer en el CCCB, en el festival Kosmopolis.

Pierre Lemaitre, ayer en el CCCB, en el festival Kosmopolis. / FERRAN SENDRA

RAMÓN DE ESPAÑA

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Alain Delambre, ejecutivo parisino de 57 años que lleva cuatro en el paro, echa unas horas al día en una mensajería especializada en productos farmacéuticos, aunque solo sea para contribuir a los gastos domésticos. Un día, mientras está agachado, cerrando una caja, su jefe le propina un puntapié en el trasero; su reacción consiste en agarrar al capataz por las solapas y reventarle la nariz de un cabezazo, obteniendo a cambio el despido y un chichón en la frente. Cuando ve un anuncio en el que se ofrece trabajo a alguien de sus características, envía su currículo sin muchas esperanzas y, sorprendentemente, es seleccionado para una prueba; si la gana, será el jefe de Recursos Humanos de una empresa cuyo nombre se le oculta. El problema es que la prueba consiste en simular una toma de rehenes con armas reales y balas de fogueo y ver qué candidato la resuelve mejor. Ahí es donde Nicole, la esposa de Alain, se planta y dice que, para participar en algo así, mejor seguir en el paro. Pero Alain no piensa desaprovechar su primera oportunidad en cuatro años de volver a ser alguien. Está dispuesto a todo y se masca la tragedia.

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Así empieza la última novela del gran Pierre Lemaitre, 'Recursos inhumanos', cruel reflexión sobre las consecuencias de la crisis económica en un burgués desesperado que solo quiere recuperar el estatus social que tenía antes de caer en desgracia. Y también una nueva vuelta de tuerca a ese concepto tan francés del 'mouton enragé' (el cordero rabioso), alguien que ha seguido siempre todas las normas de la sociedad para rebotarse a una edad algo avanzada porque esa sociedad se pasa sus propias normas por el arco de triunfo cuando le conviene.

Lejos de la eficaz truculencia de las novelas del comandante Verhoeven, ese lince de metro cuarenta que no deja caso sin cerrar, 'Recursos inhumanos' no acaba de ser literatura policial, sino, más bien, una historia de terror ambientada en un entorno de lo más normal del mundo, un sitio en el que todos van a la suya y el que venga atrás, que arree. La divisa, en fin, de Lope de Aguirre: "Cada uno para sí y Dios contra todos". El pobre Alain Delambre la sigue al pie de la letra, pues ya solo cree en la ley de la selva, mucho más cruel y peligrosa que aquella a la que se sometió hasta que lo cesaron.