La rueda

En la piel del otro

Patricia Moore modificó su cuerpo para experimentar la difícil vida del discapacitado

JULI CAPELLA

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El caso de Patricia Moore es curioso y escalofriante a la vez. Recién licenciada entró a trabajar en Nueva York en el estudio de Raymond Loewy, el famoso diseñador del paquete de Lucky Strike, del dispensador de Coca-Cola y de automóviles y locomotoras. Era la única mujer entre 150 proyectistas y cuando diseñaban el asa de una nevera, ella ya se preguntaba si la gente con artrosis podría usarla, ante la indiferencia general. En 1979, con 26 años, decidió hacer un experimento sociológico: vivir en la piel de una persona mayor. Con ayuda de profesionales modificó su cuerpo. Taponó sus oídos para menguar su audición, usó lentes desenfocadas y se vistió con una serie de prótesis que la encorvaban y reducían su movilidad. Se trataba de igualarse con una anciana de 80 años. De esa forma pudo experimentar, en carne propia, cuán difícil es para la gente discapacitada -todos lo somos o lo seremos- la vida cotidiana.

Durante tres años viajó por más de cien ciudades, subió a trenes, se albergó en hoteles, fue de compras, visitó restaurantes... Un día, en un callejón, una pandilla de adolescentes se ensañaron con ella hasta casi matarla. Pero siguió impertérrita orientando su vida profesional hacia la capacitación de la gente, en vez de discriminarla por exclusión.

Fue pionera en el estudio del usuario -ahora tan de moda-, de forma literal y radical. Trabajó en el diseño de una máquina de mamografías, propuso unas modificaciones para suavizar el dolor cuando los pechos son comprimidos para el examen. Pero a la empresa fabricante le parecía un sobrecoste innecesario. Hasta que ella educadamente sugirió a los directivos que la probasen comprimiendo alguna parte sensible de su cuerpo. Es uno de los trabajos de los que se siente más orgullosa. Y por supuesto se vendió mejor. Pero sobre todo aliviando mucho sufrimiento. Aquí hay futuro.