Piedras e inocencia

JAUME SUBIRANA

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Estos días en los que celebramos la gran fiesta de la Inocencia (y hay que ver lo que cuesta creérselo, a tenor del horror cotidiano de las noticias), apetece repescar de la gran maleta de la literatura catalana reciente una historia estilo Frank Capra y su It's a wonderful life (Qué bello es vivir, en la versión que durante años vimos en la tele en blanco y negro), una bonita historia de confianza. Busco entre mis libros y no se me ocurre nada mejor que Pedra de tartera, la novela breve con la que Maria Barbal se llevó en 1984 el premio Joaquim Ruyra de narrativa juvenil y fue publicada al año siguiente por la editorial Laia. Dentro de pocos meses se cumplirán 30 años ya de la irrupción de aquella novela y de aquella autora en el panorama literario catalán. Pocos libros desde entonces han vendido más ejemplares, han sido más reeditados, han generado tantos comentarios y lecturas, ha sido traducidos a tantas lenguas, tan apreciados por los lectores.

Barbal y su Conxa venían «de fuera» del núcleo más bien gastado de lo que eran las letras catalanas: en los años de los bares de copas de la Barcelona moderna, una joven autora desconocida escribe supuestamente para los jóvenes una historia ambientada en el Pallars con otra mujer prácticamente muda como protagonista resiliente, hablando de la vida de montaña y de la adaptación a los cambios y de la dignidad de ser poca cosa. Yo diría que esta nobleza de lo ordinario, eso que cuesta ver y percibir, está en la base del éxito sostenido de Pedra de tartera. Porque más allá de la tontería de las llufas y las noticias increíbles, tanto la Navidad como la fiesta de los Santos Inocentes son el relato de la persistencia de la esperanza, por muy difícil que sea de apreciar, a pesar de los Herodes de turno. Bajan las ventas de los libros, las librerías lo pasan mal, la profesionalización de los escritores está a medio gas, cierran las editoriales de referencia, los políticos programan Años pirotécnicos y Planes burbuja, cuesta encontrar autores con incidencia en los debates del país… pero los buenos libros, supervivientes de un canto remoto, como las piedras, permanecen.