MIRADOR
Pese a todo, ¡feliz 2014!
Me encuentro entre aquellos que preferirían saltarse el 2014 ante las escasas posibilidades de que nos regale una alegría destacable. Se confirmará la salida de la recesión, pero seguiremos inmersos en la devastadora crisis. Muchos valores bursátiles sumarán suculentos dígitos, pero el crecimiento real de la economía española seá aún débil. Cerraremos el año con menos paro, pero la lógica perversa de bajar sueldos y precarizar empleos continuará frenando el consumo y aumentando las desigualdades. Frente a la insultante codicia del capitalismo neoliberal, la lucha de los trabajadores solo podrá tener solución de continuidad en la construcción de una Europa federal. Pero para eso necesitamos readecuar urgentemente la política, elevándola a otra escala.
Tenemos una oportunidad en las elecciones europeas de mayo, con un Parlamento que va a asumir trascendentes competencias pero que probablemente contará con con una presencia determinante de partidos populistas, nacionalistas y xenófobos. El entusiasta candidato socialista a presidir la Comisión, Martin Shulz, lo advertía recientemente en Barcelona y en un libro de recomendable lectura, Europa: la última oportunidad. Si la UE no es capaz de reencontrarse con sus valores sociales y democráticos fundacionales la ciudadanía será seducida por los cantos de sirena de los nuevos soberanismos. En el centenario de la primera guerra mundial, la alternativa a Europa es el regreso al nacionalismo.
Entre tanto, la situación política en España va a seguir degradándose con un presidente de Gobierno incapaz de saltarse su aburrido y previsible guión, dirigiendo un Ejecutivo tocado y hundido en unos cuantos ministerios. Mariano Rajoy no tiene otra hoja de ruta que aguantar y vender como sea la recuperación económica mientras da satisfacción a su electorado más derechista, recortando derechos y libertades que creíamos consolidados. Y por si eso no fuera poco, Catalunya, en lugar de ser la punta de lanza de una alternativa de izquierdas, se sumergirá de lleno en la retórica populista y ramplona del nosotros contra ellos.
Sorprende que parte de la progresía catalanista haya caído en el pozo del romanticismo y se deje arrastrar con entusiasmo por un movimiento en el fondo tan poco moderno como el secesionismo, cuyo motor es el resentimiento. Pese a ser un disparate económico, lleno de riesgos e incertidumbres, los líderes soberanistas están comprometidos a intentarlo. Han puesto a la historia por testigo. Y aunque Artur Mas por fin reconoce que nos quedaríamos fuera de la UE, probablemente ya no pueda dejar de probarlo. En fin, que nos espera un año difícil. Pese a todo, ¡feliz 2014! Como dijo Winston Churchill: «Soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa».
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