Dos miradas

Pescar

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En un excelente reportaje sobre el terreno -o en lo alto de la barca, para ser más exactos-, Ferran Cosculluela nos describía hace unos días en este diaro la nueva modalidad de diversión que se conoce como 'pescaturisme'. Comenzó en Roses y Llançà y también se ha extendido a Palamós y a otras poblaciones del litoral con puerto y con flota pesquera. La idea se parece, salvando las distancias, a esa historia que contaba Houellebecq en su novela 'Plataforma'Allí, además de las ofertas habituales, se incluía en el 'pack'  una segura, económica y reglamentada experiencia sexual, que era tan normal como contratar el brazalete del 'todo incluido' en un 'resort'. No es que quiera comparar el tráfico de cuerpos con la pesca de la gamba, por supuesto, pero la imagen es productiva porque nos informa de que el turista cada día necesita más alicientes, que van más allá de la habitación para descansar, del sol para broncearse, del alcohol para emborracharse, y de la arena para dormir la borrachera.

Los hay que visitan países devastados por un terremoto o paisajes que han sufrido una guerra para poder decir que han estado justo después de la guerra o del terremoto. Los hay que tienen que colorear las vacaciones con el duro trabajo del pescador que sufre frío, inclemencias y adversidades. Se harán un selfi con una corvina o con una cigala y volverán satisfechos a puerto. Dios quiera que no les sorprenda una ola impetuosa y que no se mareen mucho.