Los SÁBADOS, CIENCIA

Pescando cerezas

Es una falacia científica elegir datos que favorecen una teoría y, a la vez, ignorar los que siembran dudas

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JORGE WAGENSBERG

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El pasado 20 de mayo la revista de reflexión e información científica Mètode celebró su número 85 con un debate en la sede del Institut d'Estudis Catalans. Son 23 años de un proyecto original y ambicioso. Apareció en la Universidad de Valencia en catalán y desde hace unos años se publica también una versión en castellano y otra en inglés. La revista es hoy imprescindible, un gran foro permanente para estudiosos y para estudiantes. En ella se avanzan y se revisan cuestiones científicas de toda índole.

No es nada fácil fidelizar una audiencia tan amplia y diversa. Y, como siempre que se consolida un gran proyecto, detrás hay, en alguna parte, un ser humano muy especial. En este caso es el biólogo, escritor y periodista Martí Domínguez, un intelectual comprometido con llevar adelante algo que, en verdad, vale la pena y que es capaz de seducir a los lectores, a la comunidad científica, a su propio equipo y a las personas y entidades necesarias para que el proyecto permanezca vivo y vibrante. Visionarios de esta clase no abundan y marcan la diferencia entre un colectivo que funciona y otro que no funciona. Por todo ello pues: feliz aniversario.

El tema elegido para el debate se centra en una pregunta que cualquier científico debe plantearse, por pura higiene mental, cada cuatro o cinco años de trabajo: ¿Qué es la ciencia? También vale, aunque la pregunta sea ligeramente distinta, qué deja de ser ciencia. El periodista científico, columnista de 'Mètode' y actualmente residente en Washington, Pere Estupinyà, aludió a la falacia por la evidencia incompleta, más conocida en la jerga del oficio como el 'cherry picking' (o sea, elegir únicamente las cerezas buenas de la cesta). La expresión alude a la selección de los datos que favorecen una teoría en concreto, al tiempo que se ignoran los datos que siembran dudas o que favorecen la refutación de tal teoría.

Un innoble procedimiento

Cuando un científico se vende suele hacerlo justamente por este innoble procedimiento. Así ocurrió en su día con ciertos estudios que querían sembrar la duda sobre las advertencias de los médicos contra el hábito de fumar cigarrillos. Así ocurre también hoy en día con ciertos trabajos que dudan de la responsabilidad humana en el cambio climático. Esta clase de no-ciencia se camufla fácilmente como ciencia auténtica porque se construye empleando el mismo método aunque, y ahí está la trampa de las cerezas, usando solo datos elegidos ad hoc. Esta tendencia recuerda la que siguen los abogados cuando presentan solo las pruebas y argumentos que favorecen la causa que defienden al tiempo que ignoran cualquier otra. El juez o el jurado, en cambio, sí se emplea a fondo para atender a todas las cerezas de la cesta. Hasta aquí lo que se refiere a lo que no es la ciencia. Volvamos ahora a la versión positiva de la pregunta que es, además, el título del número monográfico 85 de la revista 'Mètode': '¿Qué es la ciencia?'

Ciencia es toda forma de conocimiento construida con el método científico. Con esto el debate se despliega en otras dos preguntas: ¿Existe el método científico? Y si existe algo que efectivamente merece este nombre, entonces ¿es único? No se puede asegurar la no existencia de algo por el mero hecho de buscar y no encontrar ese algo. Mejor parece proponer un método que funcione y demostrar luego que es único. Probamos en el escaso espacio que aún queda para terminar esta columna.

Una petición de máximos

Ciencia es cualquier conocimiento obtenido de la forma más objetiva, inteligible y dialéctica que sea posible. La objetividad pide que la observación afecte lo menos posible a la propia observación, es decir, tanto al observador como al observado. El premio por ello es nada menos que la máxima universalidad de la ciencia. La inteligibilidad pide que la comprensión sea la mínima expresión de lo máximo compartido. El premio por ello es nada menos que la máxima capacidad para anticipar la incertidumbre. Y la dialéctica pide que la comprensión sea desmentible por la realidad que pretendemos comprender. Y el premio por ello es nada menos que el progreso de la ciencia. Lo que se propone no es pues un todo o nada sino de una petición de máximos.

Ya sabemos que siempre existirá un límite para la objetividad, para la inteligibilidad y para la dialéctica, pero lo que exige el método científico es el máximo grado posible de cada una de tales propiedades. Por ejemplo, la existencia de un límite a la objetividad, no cancela la pretensión de objetividad. Simplemente seguimos empeñados en la máxima aproximación posible a tal límite. Un físico y un psicólogo son igualmente científicos si ambos apuran al máximo sus grados de objetividad, inteligibilidad y dialéctica. Puede que el físico llegue más lejos que un psicólogo en todo lo que hace, pero eso es solo por el detalle de que una bola de billar es algo más simple que una mente humana.