DOS MIRADAS

Persistencia

Estamos hechos de instantes que rebrotan en el llanto y se hacen castillos indestructibles que el tiempo no puede derribar

Un aspecto de un bosque de Vidreres durante la primavera.

Un aspecto de un bosque de Vidreres durante la primavera.

JOSEP MARIA FONALLERAS

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De repente, las tristezas, los instantes amargos que se nos presentan un día de otoño. He vivido uno, la muerte del abuelo de mis hijos. Una persona íntegra, que fue fiel, siempre, a su fe, a su familia, al país, un país que significa aquí montañas y mares, naturaleza y patrimonio, cultura y valores. Recuerdo muchos detalles, muchas historias compartidas, pero le envidio, sobre todo, el conocimiento que tenía de los árboles, la capacidad de decir sus nombres, de saberlos identificar. La voluntad de plantar ese árbol que él sabía que no vería crecer pero que serviría para que sus nietos pensaran en él.

Los nietos, la persistencia. En su despedida, hablaron de las cosas de él que hacen que perviva y que hacen que ellos sean como son. No se trata de lecciones morales explícitas sino de los melocotones de la masía, de unos higos de Vall-Llobrega o «de unas ciruelas de aquellas que te comías con delirio», de los bombones que siempre tenía a punto para ofrecer, de las películas del Oeste que miraban juntos en tardes lluviosas, de las comidas familiares y de la «sonrisa pícara» del abuelo. «Te recordaremos cuando vayamos a pescar con nuestros hijos al escondite de las gambas», decía una de las nietas.

Estamos hechos de esto y de lo que esto significa. Instantes que rebrotan en el llanto y se hacen castillos indestructibles que el tiempo no puede derribar. Los construimos con guijarros humildes, más resistentes, en su fragilidad, que la más resistente de las argamasas.