El turno

Persecución de cristianos e indiferencia

MARÇAL Sintes

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Para hablar de este asunto deberíamos empezar por identificarlo: en muchos países musulmanes hay en marcha desde hace tiempo un gran movimiento de acoso y persecución de los cristianos por parte del islamismo violento. Esta «persecución de masas en toda regla», como la ha calificadoBernard-Henri Lévy, cuenta a menudo con la complicidad de los aparatos administrativos. Este 2011 lo empezamos con la matanza de Alejandría, en Egipto, donde murieron 21 personas y unas 80 más resultaron heridas.

Del odio, sin embargo, no quedan excluidas nuestras ciudades, objetivo del fanatismo islamista como saben bastante bien los habitantes de Madrid, Londres o Nueva York. Nuestras vidas no valen mucho: somos occidentales, infieles, exterminables. Esta terrible tormenta de odio causa vértigo. No puedo dejar de sentirme consternado. Y tampoco dejar de sentirme solidario con los fieles cristianos, los sacerdotes, las monjas, etcétera -con los que creyentes y no creyentes compartimos elementos culturales muy relevantes y valores esenciales- que resisten precariamente en situaciones hostiles y de gran peligro. Me asusta igualmente que haya personas, a veces nacidas en los propios países de Occidente en los que atentan, convencidas de que inmolándose para matar sirven a su dios e irán al paraíso. Y que sean vitoreadas y recordadas devotamente.

Ante todo esto, cuesta mucho no quedar sorprendido por la insuficiente reacción del islam moderado, de sus intelectuales, de sus líderes religiosos. Y por la enfermiza indiferencia occidental ante matanzas como la de Alejandría. Resulta especialmente alarmante y desolador contemplar cómo una sociedad hipersensible a mil y una causas, grandes y pequeñas, serias y estrafalarias, como la catalana da la espalda a la persecución de los cristianos, cómo simula que no la ve. ¿Hace falta recordar aquí, en Europa, que la indiferencia es pariente de la complicidad?