Cara

Perros (y dueños) felices

Ojalá un día BCN sea una de esas ciudades europeas que miman a los canes

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CARE SANTOS

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Durante dos terceras partes de mi vida he convivido con perros. Nunca he vivido en el campo. Ergo, mis perros han sido tan urbanos como yo. Varios fueron perros barceloneses. Sin microchip ni censos, creo. Perros anónimos, gatunos, de los que no figuran en las listas. Perros incontables.

Nunca ninguno de mis perros se quejó de su vida en la ciudad, ni mostró el más mínimo signo de desaprobación. La ciudad les gustaba, al parecer, tanto como a mí. Una vez una de mis perritas tuvo un embarazo psicológico, tras el cual adoptó media docena de calcetines y figuró como que los amamantaba. Se le pasó al poco tiempo, tal y como el veterinario había pronosticado. Ignoro si esa conducta fue la consecuencia funesta de su modo de vida urbano o se debió a otro tipo de trastorno. Tal vez de haber vivido en el campo mi perrita hubiera podido embarazarse de verdad y parir cachorritos reales cada cuando sea que las perras paren cachorritos. Nunca me preocupó este asunto lo más mínimo, ni deseé en absoluto que mi perrita tuviera embarazos auténticos.

INTERESES SIMILARES

Creo que, como casi siempre, estamos hablando de felicidad. En Cuando el hombre encontró al perro, el etólogo Konrad Lorenz lo explicó muy bien: el perro y el hombre se unieron porque tenían intereses similares, porque se gustaron y porque se necesitaban. Tal vez sus respectivas felicidades también coincidían. Lo que hace feliz al uno también alegra al otro. Pasar un rato sentado tranquilamente al sol, sin hacer nada. Corretear por un parque sin que nadie nos amarre. O, simplemente, disfrutar en silencio de nuestra mutua compañía. No importa dónde.

Me gustan cada vez más las ciudades que piensan en la felicidad de los perros. Barcelona, por fortuna, comienza a ser una de ellas. En Amsterdam cualquiera puede llevar a su perro a un bar donde le servirán un batido especial diseñado para él. En Brujas es posible alojarse en un hotel pensado para perros y sus dueños. En Berlín los perros tienen acceso gratuito al transporte público y son bien recibidos en la mayoría de los establecimientos, restaurantes incluidos. No en vano es considerada la ciudad que mejor trata a los perros de todo el continente europeo. París le va a la zaga. Ojalá un día Barcelona sea como ellas, o las supere. Que esos 149.870  perros censados que tenemos sean los más felices del mundo. Y a su lado, trotando o tomando el sol, sus dueños.