Al contrataque

Perplejidad

Mas habla con Baños, el martes, en el Parlament.

Mas habla con Baños, el martes, en el Parlament. / periodico

ERNEST FOLCH

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Quizá porque hemos entrado en la dimensión desconocida es inevitable que un observador no hooligan sienta ante la realidad actual de Catalunya un sentimiento dominante: una absoluta e inconmensurable perplejidad. Perplejidad de que este procés que debía ser impecable y mesurado se haya vuelto atropellado, con proyectos de declaraciones de independencia inocuas, redactadas a la carrera y que devalúan las que un día podrían hacerse en serio. Perplejidad porque de repente, como por arte de birlibirloque, de la boca de Artur Mas salen expresiones como «justicia social» o «renta de inserción mínima», y perplejidad porque el ideario liberal del 2010 haya derivado en un programa que casi firmaría la CUP punto por punto. Perplejidad porque esta CUP que tiene a mano la oportunidad de hacer real gran parte de su sueño anticapitalista con un candidato que está dispuesto a aceptar cualquier cosa renuncie paradójicamente a ello solo porque el candidato no es de su agrado, a pesar de que es este candidato el que dice que aplicaría muchas de las medidas por las cuales la CUP lleva tantos años luchando.

Junqueras, de perfil

Perplejidad porque Catalunya se haya convertido de repente en el primer país civilizado del mundo con un Parlament sin ningún partido de centroderecha, todos virados a los extremos, dejando a miles de votantes huérfanos y sin partido. Perplejidad porque nos traten de tontos los que afirman que lo importante no es el quién: unos porque anteponen la investidura de su líder al procés que declaran tan trascendente, otros porque prefieren decir no al quién a cristalizar su qué, su cómo y su cuándo. Perplejidad porque Oriol Junqueras se ponga justamente ahora de perfil, como si la disputa entre CDC y la CUP no fuera con él. Perplejidad porque la CUP sea tratada ahora de cínica, inmadura e irresponsable por los mismos que antes celebraban sus abrazos, en esta vara de medir que consiste en elogiar a los rivales solo en función de su mayor o menor proximidad al líder de turno.

Perplejidad porque Mas haya perdido estos días otra oportunidad de aplicar su doctrina según la que solo hay que asumir responsabilidades cuando hay una sentencia judicial firme: su otrora hombre de confianza Xavier Crespo fue condenado esta semana y ni siquiera su deseo de contentar a la CUP ha servido para oírle una sola autocrítica. Perplejidad porque en la carrera por el 20-D las elecciones españolas se hayan convertido en unas simples autonómicas catalanas en las que Pedro Sánchez acusa a un Parlamento democrático de «tiranía», en su particular carrera con Rajoy para ver quién llega antes a la meta de la sobreactuación impostada en contra del procés. Perplejidad al comprobar que, muchas manifestaciones y elecciones después, el procés