Los sábados, ciencia

Periodo de reflexiones

La forma de estructurar el binomio ciencia-universidad es clave y no ha sido tratada en el debate político

PERE PUIGDOMÈNECH

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Estamos invitados a reflexionar. Nunca es tarde ni nunca sobra tiempo para pensar bien las cosas, sobre todo cuando se toman decisiones importantes. Las decisiones que tenemos estos días sobre la mesa parecen no tener nada que ver con la investigación científica, pero la acabarán teniendo. Por un lado, desde muchos puntos de vista hay aspectos de las decisiones que se toman desde la política que deberían tener en cuenta los datos de la ciencia, y por otro lado, las políticas que se hagan determinarán la investigación que se hará en nuestro país en los próximos años.

El centro del debate político está monopolizado por temas que parecen más urgentes y esenciales que el papel de la ciencia en nuestra sociedad. Pero si examinamos cuáles son las cuestiones en las que habrá que tomar decisiones, veremos que el impacto de la ciencia y la tecnología es esencial en muchas de ellas. Hay asuntos concretos para los que se necesita una información lo más completa posible. Saber si hay peligro de terremotos de hacerse un depósito de gas en el delta del Ebro o si hay que autorizar una prueba con moscas transgénicas son dos ejemplos de preguntas en las que se necesita información científica.

Pero también hay cuestiones que pueden ser decisivas para nuestra sociedad a largo plazo. Cuáles serán las fuentes de la energía que necesitaremos en el futuro; cuál es el modelo de agricultura que queremos; cómo podemos reducir nuestros efectos sobre el clima y cómo nos afectará a nuestras vidas, son algunos ejemplos. Cómo tratamos los datos que obtenemos sobre nosotros con las cámaras de vídeo, con los móviles, las tarjetas de crédito o en nuestras visitas al médico, es otro de esos ejemplos en los que para decidir sobre ellos resulta un elemento esencial conocer el estado de la cuestión. Deberíamos tener un procedimiento para asegurarnos de que quien debe decidir tenga la mejor información posible. Pero no lo tenemos.

En nuestras sociedades democráticas actuales, por otra parte, no nos conformamos con esperar a que alguien tome decisiones sino que los ciudadanos queremos estar al corriente de las razones de por qué se toman. A veces el resultado es que los ciudadanos se organizan a favor o en contra de una medida determinada, deciden o no participar en colectas de fondos para la investigación o quieren tener un criterio propio sobre lo que comen o qué tratamientos de salud reciben.

Por eso hay que tener buena información, y a menudo el ciudadano necesita alguna forma de orientarse porque los resultados de la ciencia van apareciendo de forma muy rápida. Esta es una de las tareas del periodismo. Un libro reciente nos habla de las actividades de divulgación científica y periodismo que se han hecho estos últimos años en Barcelona. Es un libro escrito por Vladimir de Semir, una de las personas decisivas en el desarrollo de estos temas en nuestro país. Se trata de Decir la Ciencia, publicado por la Universitat de Barcelona, y repasa cómo se hace la transmisión de los resultados y las teorías de la ciencia a los ciudadanos desde una perspectiva histórica.

Uno de los resultados más interesantes de esta actividad en nuestro país es un máster de periodismo científico de la Universitat Pompeu Fabra, que ha permitido formar a un número importante de profesionales de todo el mundo en la divulgación de las cuestiones científicas. En estos momentos en los que el periodismo y la transmisión de la información están sufriendo cambios profundos, quizá deberíamos reflexionar sobre la relevancia que damos a estas actividades científicos, periodistas, editores de periódicos y todos los ciudadanos.

Sabemos también que la ciencia que se hace en cada país depende de las decisiones de la política. Hay toda una parte de la actividad científica, la que es más creativa, que se hace en entornos públicos, en particular en las universidades y en centros de investigación. La forma en que estructuramos nuestro sistema ciencia-universidad y cómo lo financiamos es una tarea que pertenece a la política y que no parece haber estado demasiado presente en el debate actual.

Pero la calidad de nuestras universidades, que está estrechamente ligada a la investigación que en ellas se hace, tendrá un impacto sobre la de nuestros profesionales que serán necesarios para tener empresas innovadoras. Del mismo modo que tener una buena investigación en nuestros hospitales acaba teniendo efecto sobre la calidad de la asistencia sanitaria. Y la calidad de cómo nuestros medios de comunicación transmiten la ciencia a los ciudadanos acabará teniendo un impacto global en la calidad de nuestras vidas.

Hoy tenemos que hacer una reflexión sobre nuestras opciones políticas. Quizá también podríamos incluir, sea cual sea el resultado de las elecciones, una reflexión sobre cómo quisiéramos que fuera en los años que vienen la integración del conocimiento científico en nuestra sociedad.