Pequeño observatorio

Periodistas culturalmente desbordados

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Me gustaría hacer una pregunta a los compañeros periodistas de este diario: ¿Cuántas invitaciones reciben al día para asistir a un acto? Si yo ya recibo dos o tres cada mañana, y mi trabajo no consiste en salir de casa, los profesionales de la información deben estar desbordados por una avalancha de peticiones. A las diez se celebran dos actos; a mediodía, otro; a la una, tres más. Por la tarde hay tres a las siete y cuatro a las ocho. Los periodistas no pueden corresponder a tantas solicitudes y, naturalmente, elegirán las que, según su criterio y su experiencia, crean de mayor interés.

Es realmente positivo que en Barcelona se hagan tantos actos cada día, todos tienen su justificación. No recuerdo quien pronunció aquella frase tan irónica: «En Barcelona, o das una conferencia o te la dan». Y es natural que el periodista experto en música no pueda asistir a cinco conciertos simultáneos y que el especialista en literatura vea cómo se amontonan en su mesa docenas de volúmenes que no tiene tiempo de leer.

Barcelona es una ciudad culturalmente colapsada de siete a diez. Y los periodistas de hoy no son como algunos de otros tiempos. Pienso concretamente en uno -más exactamente, un cronista de arte- cuando yo era joven que tenía un prestigio iniciado antes de la guerra, y que pasaba unos años muy malos después. Cenaba gracias a las almendras y aceitunas que se ofrecían en estos actos.

A veces los actos culturales son aburridos y a veces interesantísimos. En muchos casos, el periodista que tiene experiencia ya sabe si, además de recoger información, lo pasará bien o mal. Porque hay presentaciones de libros que tienen mucha vivacidad, como ocurría cuando el autor, como Néstor Luján, tenía mucha memoria cultural y anecdótica.

Aviso a los periodistas, informadores culturales o como se deban llamar: hoy no se ha de publicar ningún libro mío. Mi solidaridad no es interesada.

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