Periodismo de frontera

El cuerpo sin vida del periodista Javier Váldez, en la calle de Culiacan (México) donde fue asesinado.

El cuerpo sin vida del periodista Javier Váldez, en la calle de Culiacan (México) donde fue asesinado. / periodico

RAFAEL VILASANJUAN

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Con el de Javier Valdez, el último asesinato de un periodista en México por reportar sobre el narcotráfico hace apenas diez días, van siete en lo que llevamos de año y más de un centenar en la última década. Reportar desde el infierno siempre ha sido una profesión de riesgo, pero la impunidad que envuelve cada uno de estos asesinatos habla precisamente del filo que en México apenas distingue entre corrupción política y narcotráfico y que ha convertido algunas zonas del país, como Sinaloa, en un enorme salón de espejos donde todos se ven, pero nadie sabe a que lado está o cuanto le queda para ser asesinado.

Desde que detuvieron a 'El Chapo' Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, la violencia ha ido en aumento, en parte para arrebatar al narco arrestado un pedazo del pastel, en parte también porque la lucha contra el narcotráfico en México, sin una estrategia definida, solo ha conseguido atomizar los cárteles, de los siete conocidos a más de un centenar, que operan en células más pequeñas, pero más violentas. El negocio, además, cotiza al alza. Con las perspectivas de una frontera con EEUU menos porosa, mientras no cese la demanda, los beneficios del narco subirán en la misma proporción que la valla.

La caída de México hacia el abismo es parte de una crónica anunciada. El lamento nacional “Pobre México. Tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU” que clamó el general Porfirio Díaz, dictador mexicano hace mas de cien años, está hoy mas presente que nunca, con rutas hacia el vecino del norte capaces de despachar más droga que ningún otro país del mundo mediante un sistema de cárteles que, o es tan poderoso como el Estado, o es parte del propio Estado.

CONVIVENCIA ENTRE NARCO Y PODER

Cubrir el crimen y la corrupción en un país donde los hechos tienen que desaparecer tan fácil como las personas, convierte el periodismo en una amenaza constante. Hay zonas calientes donde trabajar en una radio o un diario local en una población de frontera puede ser una condena a muerte. En una guerra que ha matado mas periodistas en una década que todas las otras guerras del mundo hay que empezar a intuir que tal vez sean ellos los que están mas cerca de desenmascarar esta connivencia entre el narco y el poder.

El periodismo es un ejercicio necesario para explicar lo más importante que sucede a nuestro alrededor. Las democracias se desmoronan cuando los periodistas y los medios trabajan para el poder, en vez de convertir el periodismo en un ejercicio intencional para cuestionarlo. Por eso en México los mismos que están asesinando al país quieren acabar con el periodismo de frontera, con todos aquellos que como Javier Valdez, conscientes del riesgo, se deciden a denunciar la conexión entre narcos y políticos, como había hecho solo dos meses antes de ser asesinado. Nadie ha sido detenido por su asesinato, como tampoco por los de los otros periodistas, aunque es relativamente fácil saber quién los ha matado, basta leer sus crónicas y preguntarse qué frontera han roto y a quién han denunciado.