El periodismo, arma contra la guerra

Caddy Adzuba arriesga su vida al denunciar la violencia sexual en la República Democrática del Congo como instrumento para destruir una sociedad

ERIKA TORREGROSSA

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Caddy Adzuba es una joven periodista congoleña que día a día se arriesga, obviando las amenazas de muerte que recibe, para luchar contra la violencia sexual que sufren las mujeres y niñas en su país. Desde el genocidio de Ruanda en 1994, la República Democrática del Congo vive en medio de un conflicto armado permanente. En el año 2013, el grupo rebelde M23, uno de los mayores protagonistas de la violencia, anunció el fin de su lucha armada. Sin embargo, existen más de 20 grupos armados en el país centroafricano.

En este conflicto, como en todas las guerras, las mujeres son utilizadas como arma de guerra, como botín, como instrumento para destruir la sociedad. Algo que sucede después de sufrir el repudio de las familias por haber manchado su honor y rechazarlas por temor a contraer la enfermedad de transmisión sexual que ha inoculado en ellas su agresor. Se producen escenas de extrema crueldad como en la que una familia esté tranquilamente en su casa, irrumpan un grupo de hombres armados, violen a la mujer en presencia de su marido y sus hijos, le introduzcan armas y objetos cortantes en la vagina, obliguen a los menores a hacer lo mismo y asesinen al padre cuando intente evitarlo. Algo absolutamente escalofriante, horripilante.

MEDIO MILLÓN DE MUJERES VIOLADAS

Episodios como este se repiten en miles de ocasiones en la República Democrática del Congo. Se estima que más de medio millón de mujeres han sido violadas en el Congo en las dos últimas décadas. El conflicto ha provocado más de seis millones de muertos y unos tres millones de desplazados. No es un secreto que la violencia encuentra su cómplice en la impunidad.

Desde que Caddy Adzuba denunció en los micrófonos de Radio Okapi (emisora de la misión de Naciones Unidas en el Congo que emite para todo el país) la violencia sexual que sufren mujeres y niñas, ha sido amenazada de muerte, han atentado contra su vida y han intentado callarla para siempre.

Como mujer, me he hecho muchas veces esta pregunta: ¿Existe de verdad un marco internacional válido para amparar a la mujer? No fue sino hasta el año 2000, cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mediante la resolución 1325, instó de forma seria a la protección de las mujeres en los conflictos y a la inclusión de una perspectiva de género en los mecanismos de previsión, gestión y resolución de los mismos.

VOLUNTAD DE PROTEGER Y PERSEGUIR

Posteriormente, en el 2008, se amplió con la resolución 1848, y recientemente, se ha aprobado también la resolución 2242 -impulsada por España, por cierto- en el mismo sentido.

Como jurista, puedo pensar que ha llegado tarde el marco normativo protector de derechos, pero confiemos en que hay voluntad de proteger y perseguir las violencias contra las mujeres. Sin embargo, como mujer y remitiéndome a los terribles hechos antes descritos, puedo decir con seguridad que las resoluciones de la ONU sobre Mujer, Paz y Seguridad no se cumplen. Si no, que les pregunten a las mujeres del Congo. Que pregunten a Caddy Adzuba que ha dedicado su vida y su profesión a denunciar la impunidad de aquellos que destruyen la sociedad a través de las violencias hacia las mujeres en el Congo.

¿Cómo luchar contra la impunidad y contra la violencia sexual como arma de guerra? Combatir la injusticia nunca fue fácil, ni rápido. Pero en el combate contra la impunidad y por la justicia social nos encontramos en todo el mundo con mujeres valientes, que se arriesgan, bajo pena de muerte o de prisión, para intentar construir mundo mejor.

AJENOS A LAS ÓRDENES INTERNACIONALES

Mujeres como la periodista Caddy Adzuba, premiada varias veces por su activismo pacífico y arriesgado contra la violencia sexual -Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2014, o el Premio Liberpress 2016-, que está recogiendo firmas para instar a la comunidad internacional a que se cumplan las resoluciones.

A menudo, los gobiernos locales en época de conflicto y posconflicto se sienten invencibles y ajenos a las órdenes internacionales. Solo si luchamos juntas desde diferentes ámbitos, aportando un grano de arena, desde una firma, hasta la denuncia desde las ondas contra la pasividad ante las injusticias, lograremos la presión suficiente para hacer reaccionar a los organismos nacionales e internacionales de que es necesario provocar cambios efectivos en la agenda mundial en materia de género y que hasta que el cuerpo y la dignidad de la mujer no deje de ser utilizados como arma de guerra, no existirá la paz.