Análisis

Perdónalos, Xavi

ERNEST FOLCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando todo se encalla, el último cartucho es llamar a Mr. Lobo. En situaciones extremas no hay mejor recurso que la calma, la inteligencia y la veteranía. Es lo que hizo ayer Luis Enrique, cuando acudió a Xavi tras más de una hora de partido plomizo y profundamente cortocircuitado.

Tras el parón FIFA, el Barça repitió una primera parte casi idéntica a la que jugó contra el Madrid en el Camp Nou, sin alma y sin ideas, consecuencia de la enésima renuncia al centro del campo. Ya van unos cuantos partidos que permiten empezar a pensar que al entrenador del Barça le interesan muchas cosas antes que este centro del campo donde casi todas las piezas, sean cuales sean, parecen estar desencajadas. ¿Todas? No, todas no. En el banquillo aguarda siempre la pieza que no falla nunca, y así es como una vez más, viéndose sin medio campo, el técnico volvió a mirar a su propio banquillo. Nunca un partido fue tan fácil de resumir: entró Xavi y se arregló todo.

El Barça recobró su alma y su medio campo deconstruido y desubicado se unió al instante con el pegamento mágico del pequeño 6 azulgrana. Así es la paradoja que vive este Barça retuneado: el entrenador que no cree en el estilo clásico es salvado por él.

La mala noticia es que el juego de siempre ha sido relegado a un vulgar plan B, que solo se activa, como ayer o contra el Madrid, cuando el partido desciende peligrosamente cuesta abajo. La buena noticia es que el juego de siempre es todavía un plan B: podría haber sido definitivamente desahuciado, pero por suerte permanece en forma de recurso, ni que sea a la desesperada.

El destino ha querido que el Xavi que solda el juego colectivo y habilita a un espléndido Mathieu en un centro de ensueño salva al Barça justo en la semana en que regresa de Catar con un contrato a punto de finiquitar su gloriosa era azulgrana. Cabe preguntarse si Xavi se va porque realmente ya no le queda nada que aportar o porque su forma de jugar ya no interesa.

Y es que Xavi, más que un jugador, es una ideología, y lo cierto es que desde hace tiempo el club parece haber renunciado a encontrar una continuidad en todo lo que él representa. La sala de máquinas que él dirigía empieza a estar oxidada porque el fútbol azulgrana se construye ya a partir de otra propuesta, a pesar de los múltiples esfuerzos paraoficiales por negar que se ha cambiado la forma de jugar. El Barça sigue agarrado a una espectacular racha de resultados que demuestran su gran competitividad y su capacidad de ganar independientemente de su propio juego, algo que hasta ahora solo era capaz de perpetrar el Madrid.

Si bien es cierto que todavía no sabemos lo que pasaría si en el banquillo no estuviese el gran Xavi, dispuesto todavía a saltar al terreno de juego y salvar los muebles incluso a los que no creen en él. Sí, a veces la nostalgia también gana partidos. Perdónalos, Xavi.