La clave

Perdón, y hasta la próxima

No basta con que Rajoy y Aguirre pidan perdón por los últimos escándalos

JUANCHO DUMALL

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Cuando Juan Carlos I pidió perdón el 18 de abril del 2012 por su viaje semiclandestino de caza a Botsuana tuvo al menos el detalle de añadir al reconocimiento de su error («Lo siento mucho, me he equivocado») la promesa de que era la última vez que procedía de forma tan irregular. «No volverá a ocurrir», remató su escueto acto de contrición aquella mañana en un pasillo de hospital. Pues bien, los dirigentes del PP, desde el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,  hasta la máxima responsable de la organización en Madrid, Esperanza Aguirre, se han disculpado por la última oleada de casos de corrupción, pero ni siquiera han mostrado el propósito de la enmienda, sin el cual, como señalaba el Catecismo que nos vimos obligados a aprender, la confesión no es válida.

La sensación que tienen muchas personas hartas de la putrefacción en nuestro sistema político es que nos piden perdón... ¡y hasta la próxima! Lo más escandaloso de la trama desarticulada por la Operación Púnica es que los presuntos cobros de comisiones ocurrieron en los últimos dos años. Es decir, no estamos hablando ni del periodo de vacas gordas, ni de los años de la burbuja inmobiliaria.

Regeneración imposible

Cuando este nuevo ramillete de empresarios pagaba a los alcaldes de Collado-Villalba, Móstoles, Parla y Valdemoro, entre otras localidades, para obtener contratos de obras y servicios, lo hacían en plena escandalera nacional por los casos que se han ido acumulando en los juzgados: Bárcenas, ERE de Andalucía, Urdangarín, preferentes, tarjetas opacas, herencia de Pujol y un largo etcétera.

Lo que hace especialmente grave este último caso es que deja a las claras la incapacidad del sistema para regenerarse. Ni los partidos políticos -con el PP en primera posición-, ni las administraciones, ni las instituciones del Estado han sabido afrontar el cáncer de la corrupción. Ha sido una fechoría histórica y una traición a los principios democráticos. No nos pidan perdón ahora, porque tal cúmulo  de engaños y encubrimientos son para nosotros imperdonables.