Dos miradas

Perdón

emma Riverola

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Los obispos españoles piden perdón por haber fallado a los pobres. En un intento de sintonizar con el discurso del papa Francisco, la Conferencia Episcopal clama ahora contra la corrupción y la desigualdad y a favor de los derechos humanos. Lo extraordinario es que esto resulte una novedad. La jerarquía de la Iglesia, como el consejo de administración de cualquier multinacional, no debería olvidar la esencia de su producto. Es posible que la gestión de su ingente patrimonio y la brega por mantener sus privilegios le hayan hecho olvidar aquello del Evangelio. Para recordarlo, bastaría con que mirara en qué andan algunas de las asociaciones a las que, de cuando en cuando, arroja sus migajas y, demasiado a menudo, sus recelos.

Señores obispos, olvídense del aborto y las clases de religión, dejen de tocarnos la moral y arremánguense. Que tras el arrepentimiento viene la enmienda. Y hay mucho por hacer. Váyanse a las fronteras a luchar por la dignidad de los desesperados. A los barrios trufados de desahucios. A los hogares donde habitan el hambre, el frío y la oscuridad. Y, ya de paso, envíen a Rouco Varela a una residencia. Ese lujoso ático de 370 metros cuadrados, cuatro cuartos de baño y dos monjas a su servicio es una afrenta. Avaricia y misoginia, los dos pilares sobre los que han construido ese templo del egoísmo y la desigualdad. Justo la desigualdad que ahora deploran. Definitivamente, han fallado a demasiada gente.