IDEAS

Perdidos en la música

JORDI PUNTÍ

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Querido lector, ¿eres de los que siguen escuchando discos de vinilo? ¿Recuerdas cuál fue el primer single que compraste con tu paga semanal? Y sobre todo, ¿recuerdas cuál fue el último? ¿Lloras alguna vez, metafóricamente o no, al rememorar lo bonitas que eran las carátulas de los elepés? ¿Has mentido alguna vez sobre el primer concierto al que fuiste? ¿Eres capaz de discutir durante vairas horas y cervezas sobre cuál es el mejor álbum de los Smiths? ¿Tienes complicadas fórmulas para clasificar tus discos? ¿Sueles negar que te gustaran Jethro Tull, pese a tener un disco suyo?¿Te aprovechaste de los discos de tu hermano mayor para ser musicalmente precoz? ¿Tuviste de adolescente la intención de formar un grupo, pero no funcionó por culpa de los egos de tus supuestos amigos?

Si has respondido que sí a una o varias de estas preguntas, entonces debes leer Lost in Music. Una odisea pop, de Giles Smith, que publica la editorial Contra, de Barcelona. En Contra editan libros sobre música y sobre fútbol, buena literatura periodística, y poco a poco están creando un catálogo de lujo: Greil Marcus, Simon Kuper, Toni Padilla, Simon Reynolds... En el caso de Lost in Music, se trata de un ejercicio de memoria que tiene a la música pop como eje. Smith escribe con sentimiento y humor, y todo se explica por la influencia musical: el amor, los amigos, la vanidad personal de conocer a una estrella fugaz como fue Nik Kershaw, el fracaso de tu propio grupo, la relación con tus padres y hermanos... «He crecido con el pop, y el pop ha crecido conmigo», dice.

Lost in Music apareció en 1995, el mismo año que Alta fidelidad, de Nick Hornby, y enseguida consiguió una conexión generacional. ¿Cómo es que se traduce ahora, casi 20 años más tarde? Pues porque, además de su calidad intemporal, el libro es un homenaje a la música tal como la entendíamos a finales del siglo XX, como algo que colonizaba nuestras vidas y les daba sentido. No sé si hoy sucede igual, no creo. Me temo que el mercado digital ha arrasado también ese mundo, o submundo, y, perdidos, lo único que nos queda es la nostalgia.