Pequeño observatorio

Pequeña y admirable imperfección

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Nos cuenta Antonio Madridejos que 10 instrumentistas de renombre, sometidos a una prueba a ciegas, fueron incapaces de distinguir un Stradivarius de otros violines de gran calidad construidos en fecha reciente. Incluso más: la mitad de los especialistas prefirieron el sonido de los instrumentos fabricados modernamente.

Este resultado me parece muy interesante. En primer lugar, una consideración: el prestigio no significa siempre calidad. Es seguro que la aparición de un violín Stradivarius supuso un progreso notable en el ámbito de los instrumentos de cuerda. No soy experto en la materia, pero supongo que en el prestigio también influye, poco o mucho, la antigüedad.

Ahora, comparando los expertos la calidad de varios violines, parece que el mito ha caído, y es lógico. Sería un buen modelo moderno. También un disco moderno ofrece un sonido mejor que los de antes, e incluso más, una grabación electrónica puede tener una calidad más alta.

Un excelente violín de 1700 es lógico que pueda ser superado hoy. Objetivamente considerado, y prescindiendo del mérito y del prestigio. Naturalmente, hay violines construidos hoy de alta calidad, y los expertos no han sabido distinguir, siempre, si los violines examinados eran antiguos o modernos desde el punto de vista de la calidad del sonido. La prueba se realizó a ciegas.

Está claro que los violines de siglos atrás valen mucho dinero, pero esto también ocurre con la cerámica antigua, aunque esté agrietada, o con un primitivo gramófono de la época de Edison.

Que hoy pueda haber violines superiores a los Stradivarius es razonable, es perfectamente lógico. Lo que hay que tener en cuenta es la emoción. La emoción de lo antiguo.

Debemos aceptar que casi todo mejora. Por eso no es de extrañar que nos enamore y nos seduzca una antigua y pequeña imperfección.