Peccata minuta

Pensamiento y emoción

JOAN OLLÉ

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Lo sentenció el vasco Unamuno: «Las emociones son pensamientos conmovidos». Sí, no son lo mismo los aspavientos abaniqueros de la encarcelada Pantoja que los estrictos versos de Dylan o Cohen, en los que detrás de cada sílaba hay una afirmación de humanidad. Los crímenes pasionales son un tremendo ejemplo de divorcio entre razón y entusiasmo, un mínimo instante que puede provocar ríos de sangre emocionada.

En los últimos días he podido contemplar una Catalunya que, como la bruja de Blancanieves, se emocionaba ante su complaciente espejo, como el discurso de constitución del Parlament en boca de su presidenta Forcadell -excolaboradora del sabadellense Bustos, según mi monstruoso amigo Sostres-, que después de piar el pavloviano «governaré per a tots» se desdijo de sí misma y remató su soflama con un imperativo «¡Visca la República Catalana!». ¿La emocionada reina por un día no atinó a pensar que tomaba la parte por el todo? Puedo entender que el paisaje cree lenguaje y que la mujer estuviese tan llachianamente itacada que no se tomó la molestia de pensar lo que decían sus propias palabras.

El martes seguí el programa El club de la mitjanit, de Catalunya Ràdio, en el que tanto se echa de menos al gran Pere Escobar. Allí, la emoción blaugrana también superó la inapelable ley de igualdad entre humanos, tratando a los extremeños de Villanueva de la Serena de raza cazurra e inferior a la estratosférica Catalunya y a su brazo no armado -Montalbán dixit-, el Barça, que un día después logró un solidario empate a cero. Un Barça que reclama independizarse de la mediocre democracia española a pesar de estar encantadísimo de su dependencia económica y moral de una sangrienta dictadura. «¡Tot el camp és un clam per Qatar! ¡Oé, oé, oé!».

La última gran emoción vivida esta semana fue el debate del miércoles en el programa Divendres de TV-3 (¡oxímoron!), en el que algunas personas, como el director de propaganda Carles Capdevila, mi amigo el comandante Pere Mas, una intensa pelirroja y otros adictos al nuevo régimen fingieron discutir encendidamente a pesar de estar guionadamente de acuerdo en todo. Lo juro por mí mismo: no me veo como un facha botifler, pero trabajo desde muy joven en el teatro, que me ha enseñado a leer lo que cuenta o esconde cada tono, gesto o mirada. Y hoy, mirando y escuchando, la suma me da menos cero.

Ruego a Lluís Llach

Muy querido, casi amigo y maestro de emociones Lluís Llach, un ruego: no te dejes engatusar por el canto de las sirenas asexuadas: la ruta a Ítaca no pasa por Andorra. Nosaltres no som d'eixe món, cantaba tu colega. Regresa a tu querida África, donde hay tanto por hacer. ¿Por qué no pones música a Unamuno?