Los SÁBADOS, CIENCIA

El pensador intruso

El pensamiento interdisciplinario ha marcado la historia de los grandes avances del conocimiento

JORGE WAGENSBERG

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Decididamente: la realidad no tiene culpa de los planes de estudios que se acuerdan en escuelas y universidades. Para comprender algo tan simple como la natación de un pez en su plena complejidad hay que atender a la hidrodinámica, la hidrostática, la anatomía, la ictiología, la fisiología, la etología, la ecología, la bioquímica, la biología evolutiva, la paleontología, la termodinámica, la simulación numérica o la teoría del caos…

Pero también es verdad: la interdisciplinariedad es posible gracias a la existencia previa de disciplinas. Nadie duda de la conveniencia del talento y del talante interdisciplinario, pero pocos son curiosamente los que se arriesgan a pisar el resbaladizo y silvestre territorio fronterizo. El pensamiento interdisciplinario tiene un bien ganado prestigio, porque ha marcado la historia de los grandes avances del conocimiento, pero lo que se entiende menos es la desconfianza que genera el pensador intruso cuando este es descubierto merodeando cerca de una frontera.

EL REPROCHe, NO siempre explícito, a ambos lados de la frontera, suena más o menos así: ¿y este adónde se cree que va? Un químico poeta, por ejemplo, arranca con frecuencia maldades del tipo «es un buen químico» por parte de los poetas o «es un buen poeta» por parte de los químicos. Cualquier actividad dedicada a la adquisición de nuevo conocimiento topa, tarde o temprano y desde tierra adentro, con una resistencia a la práctica de la interdisciplinariedad, por mucho que nadie la discuta nunca teóricamente.

¿Qué es una disciplina de conocimiento? Es una comprensión de la realidad que se distingue por tres propiedades: la complejidad de aquello que se pretende comprender (un átomo, una célula, una mente, la convivencia humana, la condición humana), el método empleado para elaborar tal comprensión (el de la ciencia, el del arte, el de la revelación,…) y el lenguaje elegido para codificar y para transmitir la comprensión (la matemática, la pintura, la escritura). El conocimiento puro no existe y, precisamente por eso, la interdisciplinariedad es inevitable. El método científico sirve para tratar ideas pero no tanto para capturarlas. Solo por eso conviene que el científico atienda al arte y sea sensible a sus propias intuiciones (donde una intuición, por cierto, no es más que una revelación de su propia mente).

El creador de arte es una persona de su tiempo y al espíritu de su tiempo contribuye sobre todo la ciencia. El artista que pintó en Altamira, el que trabajó un grabado-crónica en Mesopotamia, Giotto anticipando el renacimiento mientras sale de la edad media o Marcel Duchamp clamando el arte por el arte, pertenecen todos ellos a la misma condición humana, pero cada uno de ellos pertenece a un tiempo que es el suyo. Y resulta que el lenguaje también cambia. El talante interdisciplinario vale la pena porque la idea nueva puede caer vía contenido, vía método o vía lenguaje. Dalí se nutrió directamente del progreso científico, Cajal se sirvió del dibujo y la fotografía como primera aproximación a la observación y a la comprensión. Pero la relación entre diferentes disciplinas trasciende no solo por sus convergencias, también por sus divergencias.

En ciencia, el contenido tira del lenguaje. Lo prioritario es comprender una nueva complejidad, y si para ello no basta con el lenguaje disponible entonces se busca otro. En la actualísima teoría de las supercuerdas faltan matemáticas, y el máximo esfuerzo hasta ahora ha sido construir un nuevo lenguaje. Pero la matemática de la -en su momento- revolucionaria teoría de la relatividad no era revolucionaria. En ciencia nadie se escandaliza por el hecho de que la ciencia nueva use un lenguaje que no lo es. En arte, por el contrario, el lenguaje tira del contenido. A ningún compositor actual se le ocurriría presentar una partitura escrita con el lenguaje barroco de Vivaldi o de Pergolesi.

POR TODO ELLO, se puede decir que la mente creadora puede ejercitar su intrusismo fronterizo de tres maneras. 1) Interdisciplinariedad por contenido. Por ejemplo: la bioquímica emerge entre la biología y la química porque todo ser vivo es al mismo tiempo un ente químico. 2) Interdisciplinariedad por método. Por ejemplo: en el cubismo (curiosamente es plano y en él se sigue el lema agítese la realidad antes de usarla) el Todo se deconstruye en Partes en interacción para analizar (del Todo hacia las Partes) o para sintetizar (de las Partes hacia el Todo).  3) Interdisciplinariedad por lenguaje. Por ejemplo: entre el arte rupestre y el renacimiento (15 milenios) nadie acierta a pintar un volumen 3-D sobre una superficie 2-D hasta que Filippo Brunelleschi importa un potente lenguaje desde la matemática y la arquitectura: la perspectiva cónica.

Larga vida al pensador intruso.

Facultad de Física de la UB.