DOS MIRADAS

Peluches

EMMA RIVEROLA

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Arrels Fundació atiende a personas sin techo en Barcelona. Les ofrece alojamiento, alimentación, atención sanitaria y social o, incluso, algo tan vital para mantener una cierta dignidad como una ducha. Unos minutos bajo un chorro de agua limpia. Un fugaz resguardo de la suciedad y dureza de los días. Las consignas de la fundación guardan pertenencias importantes de docenas de personas que viven en la calle o en lugares tan pequeños donde no pueden conservar nada personal. Ayer, la página de Facebook de la entidad mostraba una insólita imagen de una de las bolsas. A diferencia del resto, nutridas por un poco de ropa y documentos, contenía ositos de peluche. La propietaria sufre una enfermedad mental y el equipo de salud pidió un hueco en la atestada consigna para guardar los muñecos. Una medida excepcional, solo justificada por el valor emocional de esos animales de trapo.

Marcel Proust profundizaba en la percepción de los objetos más allá de la razón. Así, a través de los sentidos, un elemento puede convertirse en un viaje a través de la memoria, del tiempo. Muy a menudo, lo que nos liga a un objeto nada tiene que ver con su valor económico. Una prenda, un libro, un objeto de decoración, una pulsera o, incluso, un osito de peluche son indicaciones de un camino. Conforman nuestro recorrido vital. El mapa de lo que somos. A veces, incluso, los único asideros de la propia identidad.