La clave

Pelea por los asientos del Congreso

JUANCHO
Dumall

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Mientras los doce hombres sin piedad del PP y Ciudadanos negocian grandes cuestiones de Estado relacionadas con la regeneración democrática, las mejoras sociales y los cambios constitucionales, una batalla soterrada se libra estos días en los pasillos del Congreso a propósito de un asunto mucho más prosaico: quién ocupará los escaños desalojados por los nacionalistas del Partit Demòcrata Català, que han dado con sus huesos en el grupo mixto.

Se trata de una cuestión menor, pero que habla de hasta qué punto los partidos no dan un solo balón por perdido. Y el aparecer en un lugar más o menos visible del hemiciclo es algo que se pelea hasta el final. Concretamente, lo están haciendo Podemos y ERC, cuyos dos grupos parlamentarios aspiran a tener mayor presencia en la primera fila, detrás del banco azul del Gobierno, que es la que tiene más prestancia. Una especie de primera línea de mar del parlamentarismo. En filas privilegiadas han estado siempre portavoces de la extinta CiU, desde Pujol y Roca hasta Duran Lleida. Ahora Homs se ve relegado al gallinero de la Cámara y su grupo deja vacantes unos escaños que se ven mucho en los telediarios, como los asientos del córner desde los que los aficionados al fútbol saludaban a la familia.

Barridos de cámara

La Mesa del Congreso decidirá hoy dónde se sientan sus señorías o, lo que es lo mismo, qué diputados serán más visibles en los barridos que las cámaras que registran la señal institucional de los debates del Parlamento. Podemos esgrime su condición de tercera fuerza, mientras que Esquerra se aferra a la tradición de que el grupo mayoritario catalán ha estado en el tendido de sombra desde la transición.

Uno de los atractivos de la nueva política (¿recuerdan?) era que iban a superarse los trasnochados tics que imponía la parafernalia institucional. Al final, ese prometedor programa se ha quedado en el retroceso de la corbata. La comunicación es un ingrediente muy importante en la política democrática en el siglo XXI, hasta el punto de que aparecer en la tele en cuarta o quinta fila del hemiciclo puede ser un mensaje demoledor.