La rueda

Pedro y los lobos

Al líder socialista le queda ser presidente o largarse antes de que los suyos lo degüellen

El exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

El exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez. / periodico

OLGA MERINO

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Así se titula, 'Pedro y el lobo', una composición sinfónica que Serguéi Prokófiev escribió allá por 1936, en plena purga estalinista, aquella escabechina interna que los soviéticos dieron en llamar la 'gran limpieza'. Se trata de un divertimento destinado a que los niños se aficionen a la música clásica, cuyo protagonista logra cazar al cánido predador con astucia y, encima, convencer al resto de personajes de mandarlo vivo al zoo en lugar de acribillarlo a balazos. Un final muy moderno, muy ecológico.

Pero el Pedro de esta fábula (Sánchez) está más solo que un náufrago ante la embestida de los lobos territoriales, que como bien sabía Félix Rodríguez de la Fuente atacan en grupo y encabezados por la madre de la lobada. Pocas salidas le dejan los barones del PSOE, empezando por 'Lady Susana Macbeth', la jefa del cortijo andaluz. Nada de terceras elecciones ni pactar con los nacionalistas, ¿y entonces? Eso sí que es boxear con una mano atada a la espalda, una trampa a la que solo falta el (previsible) batacazo en las elecciones vascas y gallegas que hoy se celebran. Veremos.

Pedro Sánchez le quedan muy pocas bazas. Una, convertirse en presidente de Gobierno (si Podemos se aclara y apuesta por el posibilismo). Dos, largarse antes de que los suyos le rebañen el pescuezo. Y tres, que la militancia lo salve por la campana mediante un congreso exprés. De momento, la segunda opción, el degüello, parece la más plausible, y podría redundar en una abstención in extremis para que acabe gobernando Rajoy. El mismo partido en el que militó la senadora Rita Barberá, la que se lleva 7.000 del ala todos los meses.

Si al final las circunstancias concurren en la abstención -menudas tragaderas-, el PSOE habrá firmado su esquela mortuoria como partido de gobierno. Acabará en el zoológico, igual que el lobo del cuento. O peor aún, en el museo de la taxidermia electoral.