Pederastia y periodismo

El descubrimiento de los abusos sexuales en el colegio de los Maristas de Sants-Les Corts ha coincidido con el estreno de la película 'Spotlight', que trata de la investigación del diario 'Boston Globe' en el 2001 sobre pederastia en la diócesis de la ciudad de Massachusetts, historia que se convirtió en el gran aldabonazo para destapar miles de casos en todo el mundo.

Los dos casos, el de Boston y el de Barcelona, son muy parecidos: los mismos testimonios, la misma elusión de responsabilidades, el mismo encubrimiento, la misma obstrucción a la justicia, la misma miseria moral. Los Maristas han anunciado incluso que se van a presentar como acusación particular en el proceso, la misma maniobra de distracción que pretendió hacer el PP en algunos casos de corrupción que le afectaban, para desviar así la responsabilidad hacia cargos o trabajadores del partido -o del colegio— e intentar librar a la institución.

Pero 'Spotlight', además de una denuncia implacable de la pederastia en la Iglesia católica, es una película sobre periodismo, la mejor posiblemente desde 'Todos los hombres del presidente'. En el filme de Thomas McCarthy apreciamos el trabajo incansable y valiente de los reporteros, la imprescindible coordinación del equipo de periodistas, la prudencia y la visión global de la dirección del periódico, pero también las dudas sobre la publicación de la investigación, que a veces son solo excusas -las fuentes informativas «no son fiables», son «locos peligrosos» que «vete a saber qué buscan», «han tardado demasiado en denunciar su caso», etcétera, etcétera- que los propios periodistas se fabrican por el temor a enfrentarse a los poderes institucionales.

En 'Spotlight', sin embargo, al final se cumple afortunadamente la máxima atribuida a numerosas personalidades, desde George Orwell a lord Northcliffe, de que «noticia es aquello que alguien no quiere que se publique».