Peces y cañas de pescar en el Mobile World Congress

Varios asistentes en los accesos al Mobile World Congress en Fira de Barcelona

Varios asistentes en los accesos al Mobile World Congress en Fira de Barcelona / periodico

MANEL REBORDOSA

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Entre la infinidad de novedades y stands del Mobile World Congress (MWC) --el congreso mundial de telefonía móvil celebrado en Barcelona esta semana-- se escondía un rincón consagrado al desarrollo de África. En el Africa Connect, desde un optimismo en el futuro casi insultante pero contagioso, muy propio del MWC, se proponían todo tipo de soluciones y artefactos destinados a hacer salir África de la situación de pobreza crónica en que se encuentra empantanada desde hace décadas. En él encontraban cabida desde un sistema unifamiliar de energía solar (con cargadores de móvil incluidos, por supuesto) hasta un sistema para medir la cantidad de agua de los pozos mediante una app móvil.

Pero empecemos de entrada con algunos datos sobre África. África es un continente puntero en cuanto a la penetración de la tecnología móvil. África Sur-Sahariana es el segundo mercado a nivel mundial de este tipo de tecnología en número de usuarios (después de Asia) y además es el que actualmente está creciendo más rápido. Se espera que en 2017 el continente cuente con 346 millones de usuarios y actualmente el teléfono móvil se omnipresente en la vida cotidiana de los africanos. Desde el teléfono se gestionan espacios de la vida cotidiana que en Europa todavía ni se nos ocurre que se pueda hacer únicamente por esta vía. Tener la cuenta corriente al operador móvil local en vez de tenerlo en un banco o hacer transferencias internacionales desde el saldo del móvil es el pan de cada día de muchos africanos. Esto no es extraño en un continente que ha pasado directamente de la práctica inexistencia de líneas telefónicas a la era digital. Un teléfono fijo es un elemento muy raro de ver, al sur del Sahara.

Nos encontramos lejos pues de la imagen de continente no tecnificado en la que podríamos estar tentados de caer al pensar en África, lo que también puede hacernos entrever que más tecnología no implica por fuerza mayor desarrollo ni tampoco menos desigualdad. Todo lo contrario, después de varias décadas de retroceso en buena parte de los indicadores de desarrollo humano más básicos -los años 80 y 90 fueron terribles- durante la primera década del siglo XXI África apenas ha conseguido salir del estancamiento o evitar retroceder, y continúa encabezando los rankings mundiales de mortalidad infantil, educación, sanidad o acceso a los servicios más básicos. Muchas de las herramientas tecnológicas mencionadas entran pues directamente en la categoría de parches. Parches para cuando no existe un banco, parches para cuando no existe una conexión al agua potable, parches para cuando no se dispone de acceso a los servicios básicos como son la educación, la salud, la electricidad, etc.

Hace años, en la escuela, nos contaban el cuento de los peces y de la caña de pescar a la hora de hablar de cómo acabar con la pobreza en el mundo. Básicamente la moralina de la historia venía a ser que dar un pescado a un hambriento sólo pospone el problema al día siguiente, en que éste volverá a tener hambre, mientras que darle una caña de pescar permitirá que no vuelva a estar hambriento. Prescindiendo de la cortedad de miras de la historieta, que no tiene en cuenta algunos elementos accesorios importantes que invalida la moralina, como por ejemplo el riesgo de que la proliferación de cañas de pescar acabe provocando la extinción de los peces, el caso es que ante la necesidad de éstas, lo que se propone desde el principal foro internacional de telefonía móvil son peces. Ante la necesidad de cubrir derechos humanos como son el acceso al agua, a la energía, la salud o la educación, en vez de plantearnos construir sistemas estructurados capaces de prestar estos servicios, nos encontramos ante una hilera de vendedores de soluciones puntuales que no arreglan el problema de fondo, sino que plantean parches, de pago, claro.

Y no cualquier parche. Nos ofrecen un parche que se atribuye ser la solución al problema, descargando así de responsabilidad a los causantes del empobrecimiento (o saqueo) de África. ¿Qué importa que cada año miles de millones de euros sean extraídos ilícitamente del continente por parte de las multinacionales? Estas mismas multinacionales las encontramos después entre los inversores de las empresas presentes en Africa Connect, es decir, explicándonos que la solución al saqueo de África son sus pequeños juguetes tecnológicas. Y de paso proponiendo a los africanos pagarlas por duplicado, es decir, primero invirtiendo en ellas el dinero extraído ilícitamente por las multinacionales inversoras, y luego vendiendo el producto de estas inversiones a un módico precio a los mismos africanos, de manera que puedan satisfacer las necesidades básicas que los paupérrimos estados africanos, previamente saqueados, no son capaces de cubrir.

La tecnología móvil no es por sí sola la solución a los problemas africanos. El fin de las desigualdades y de la pobreza sólo se conseguirá cuando África deje de ser expoliada sistemáticamente de sus riquezas, y pueda destinar sus recursos a la construcción de sistemas de servicios básicos dignos de ese nombre. La tecnología móvil puede ayudar, por supuesto. La puesta en marcha de sistemas de e-government, de transparencia y de participación son elementos clave que pueden mejorar la calidad democrática africana y permitir una utilización más eficiente de sus recursos, por ejemplo.

Pero de momento el Mobile World Congress, por lo que respecta al desarrollo de África, vende humo. La caña de pescar se la quedan ellos bien escondida, no sea que cambie algo de verdad.