LA CRISIS DE LA IZQUIERDA

Los pecados originales del PSC (y 2)

"Pronto se constató que a Felipe y Guerra ya les iba bien que CiU gobernara en Catalunya y actuara como socio suyo en Madrid"

Rubalcaba y Chacón, en el congreso de Sevilla, tras conocerse la victoria del primero. Abajo, EL PERIÓDICO del 4 de febrero.

Rubalcaba y Chacón, en el congreso de Sevilla, tras conocerse la victoria del primero. Abajo, EL PERIÓDICO del 4 de febrero.

Josep Tordera

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El PSC que surgió del congreso de unidad socialista de 1978 nació marcado por la ambigüedad. Sí, era una formación soberana, inscrita como tal en el registro de partidos, pero, a la vez, su soberanía quedaba limitada por algunos puntos del protocolo de constitución y, lo que es más difícil de digerir, por algunos pactos 'secretos' (como, por ejemplo, el de votar siempre igual que el PSOE en el Congreso) a los que habían llegado los negociadores del PSC (congrés) con la cúpula federal del PSOE.

De hecho, la soberanía real del PSC en relación al PSOE era muy parecida a la que disponían los países del Este en relación con la desaparecida Unión Soviética: disfrutaban de autonomía y, a cambio, le subministraban las materias primas que esta necesitaba. El PSC disfrutaba de autonomía en lo que se refería a la política catalana y, a la vez, constituía, junto con Andalucía, el mejor proveedor de votos socialistas en las elecciones generales.

Para el socialismo español, el pacto catalán fue una gran jugada. El nuevo PSC se conformó como una representación muy real de la heterogénea sociedad catalana de los años 70. Y le fue bien: hasta las últimas elecciones generales, había sido siempre la fuerza más votada.

La vía del silencio

Terminado el congreso, el PSOE hizo todo lo posible para transmitir públicamente la imagen de que el PSC y el PSOE eran un mismo partido. Lo hicieron por la vía del silencio y de dejar que sus militantes lo interpretaran así. De hecho, incluso ahora, todavía hay dirigentes socialistas españoles --a nivel federal y de las federaciones territoriales-- que no tienen nada claro el estatus del PSC. Uno de ellos, el propio presidente del PSOE, Juan Antonio Griñán, como ha mostrado en varias entrevistas recientes.

La potencia del PSOE y la debilidad de las primeras ejecutivas del PSC, llenas de problemas provocados por la heterogeneidad de los orígenes de sus componentes, terminaron de consolidar esta imagen.

Un hecho clave, en este sentido, fue la participación del PSC en los congresos federales del PSOE. El pacto de unidad establecía que los socialistas catalanes enviarían delegados, pero solo "para que participen en las sesiones, debates y resoluciones" a la hora de fijar la estrategia política a nivel estatal. Pese al contenido del pacto, el mismo PSOE propició que la delegación del PSC participara en los congresos en las mismas condiciones que cualquier federación: es decir, con derecho a voz y voto en todos los aspectos congresuales, incluso en los que afectan a cuestiones organizativas internas de un partido diferente.

La candidata Chacón

Este hecho contradictorio que suponía una aceptación tácita de falta de soberanía por parte del PSC, ha llegado a su paroxismo con la presentación de una militante del PSC, Carme Chacón, como candidata a liderar un partido distinto al suyo ya hacerlo con la ayuda de personas de la dirección del socialismo catalán.

Las cosas fueron pues, tal y como en Madrid deseaban Felipe González y Alfonso Guerra: el PSC proveyendo de votos en las generales y derrotados en las catalanas. Pronto se constató que a Felipe y Guerra ya les iba bien que CiU gobernara en Catalunya y actuara como socio suyo en Madrid. Mientras tanto, al PSC se le otorgaba el limitado papel de 'partido municipalista', papel que cumplió a las mil maravillas y que, por cierto, Chacón también reivindica.

Este statu quo, que limitaba la acción política plena del PSC, se fue manteniendo a lo largo de décadas, con periodos de más o menos tensiones. Todo empezó a cambiar con la llegada a la cúpula del PSC de los dirigentes territoriales conocidos como los 'capitanes', procedentes especialmente de la federación del Baix Llobregat y con José Montilla al frente.

El cambio se consolidó con la llegada de Pasqual Maragall a la lucha por la presidencia de la Generalitat. Fue entonces cuando la cúpula catalana se dedicó a decir públicamente a sus socios del PSOE que el PSC es un partido diferente y soberano. Afirmación y actitud que, todo sea dicho, no se había oido mucho cuando los que estaban al frente del partido eran nombres de clara raigambre catalanista.

Los 'capitanes' plantan cara

El afán de gobernar el PSC sin limitaciones, hizo que los 'capitanes' empezaran a plantar cara a la dirección federal del PSOE. Y las tensiones empezaron a ser frecuentes, haciéndose más y más grandes a medida que Maragall adquiría relieve como candidato, primero, y como 'president', después.

De manera sorprendente la crisis comenzó a estallar con la llegada de Zapatero a la secretaría general del PSOE. Su federalismo inicial y su connivencia con el PSC y, en especial, con Maragall, fue transformándose en enfrentamientos. Estos culminaron cuando, a escondidas del PSC, Zapatero pactó con Mas el nuevo Estatut, a la vez que se comprometió con él a que el PSC le cedería la Presidència de la Generalitat.

Sin embargo, fue en este periodo cuando se empezaron a oír voces del PSOE pidiendo la ruptura con el PSC, aunque la mayoría de dirigentes, desconocedores del estatus del partido catalán, se limitaban a lamentarse del comportamiento "de una federación".

El derecho a decidir ha terminado de complicar las cosas, pero, a la vez, ha ayudado a dejar clara la soberanía del PSC, que ya existía desde siempre, pero que no se utilizaba casi nunca.

Un reconocimiento

No sé qué futuro espera al PSC y al PSOE, como tampoco está claro qué sucederá en otras formaciones catalanas y españolas. En todo caso, parece inevitable la reformulación del pacto entre los dos partidos socialistas. Un nuevo pacto que debería establecer claramente que se trata de dos partidos diferentes y fijar la creación de una comisión de enlace entre ambas ejecutivas.

Parece claro que la participación del PSC en los congresos federales debería limitarse, tal como decía el pacto de unidad, a la participación de delegados catalanes tan solo en el debate sobre la estrategia política a nivel de España. El reconocimiento de la diferenciación entre los dos partidos, debería conllevar que ningún militante de uno de ellos pudiera ocupar cargos de dirección en la otra parte, ni siquiera a formar parte de sus candidaturas.

Dicho todo esto, y aceptando que el PSC ha tenido muchos problemas de identidad y ha caído a menudo en contradicciones, haría mío el reconocimiento que el periodista Eduard Voltas, ha hecho de la aportación histórica del PSC en Catalunya, en un artículo aparecido en naciódigital.cat: "Sin el PSC no estaríamos aquí. Sin el PSC no hubiera sido posible generar el granítico consenso social en el área metropolitana en torno a la inmersión. La dignificación urbana de los barrios populares también es obra muy mayoritariamente del PSC municipalista, con todo lo que ello ha aportado de bienestar y, por tanto, también de cohesión. Sin el PSC y la inspiración maravillosa de Pasqual Maragall hoy Barcelona probablemente sería una ciudad fuera de los circuitos internacionales, no preparada para ser la capital de un Estado moderno. Ahora nos podemos plantear la independencia porque tenemos cohesión social y una gran capital. El PSC tiene mucho que ver con esto. Mucho".

Un reconocimiento, el de Voltas, que, por cierto, a menudo se le ha negado al PSC por parte de aquellos que confunden independencia con intransigencia.

http://www.joseptordera.blogspot.com.es/