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Los payasos dan pavor

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zentauroepp39813289 a cosplayer dressed as pennywise the dancing clown attends l170903094320 / AFP / TOLGA AKMEN

Ramón de España

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Leo en 'The Daily Mail' unas declaraciones de la presidenta de la Asociación de Payasos Norteamericanos -sí, amigos, tal cosa existe-, que apunta que la adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King 'It' está causando problemas a los miembros del colectivo, que ven cómo se les contrata menos para fiestas infantiles y demás esparcimientos en los que, hasta ahora, su presencia era bienvenida. La desgracia se debe a la figura tenebrosa de Pennywise, el payaso malévolo que amarga la existencia de los críos protagonistas desde el interior de una alcantarilla.

En la miniserie de 1990, ese papel lo interpretaba Tim Curry, graduado en personajes abyectos desde que hizo de travestido siniestro en 'The Rocky Horror Picture Show', pero en la película del argentino Andy Muschietti -que se estrena este viernes, si no me equivoco-, Pennywise es Bill Skarsgard, hermano de Alexander e hijo de Stellan, y su presencia -enhorabuena para el maquillador- es muchísimo más terrorífica. ¿Sucederá en España algo parecido?

Reír por fuera, llorar por dentro

Decía el gran Perich que un payaso es un señor que ríe por fuera y llora por dentro, motivo por el cual suele tener tan poca gracia. No puedo estar más de acuerdo, pero, para compartir esa afirmación, es necesario haber alcanzado la edad adulta. En la infancia, los payasos o te hacen reír con su humor pueril y ramplón o te dan un miedo de narices. Yo formaba parte del colectivo infantil que temía a los payasos. La figura del augusto, en concreto, me causaba auténtico pavor: esos bombachos brillantes, las medias afeminadas, el rostro pintado de blanco, la enorme ceja... Solo le faltaba llevar escrita en la frente las palabras 'pedófilo asesino'.

Conseguí perderles el miedo a los payasos durante la primera comunión de un primo mío, cuando, volviendo del cuarto de baño, me crucé con el clown y el augusto en un pasillo porfiando a gritos por cómo se repartían los 'monises' que le habían sacado a mi tío. Aunque me dio un poco de grima deslizarme entre ellos, lo cierto es que, tras asistir a su miseria -moral y económica- no volví a temerlos. Pero no todo el mundo ha tenido esa dicha: de ahí la moda de los payasos siniestros y la preocupación de la presidenta de los clowns estadounidenses.

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