La clave
¿Patria o patrimonio?
Es legítimo el temor de los 'consellers' a arruinar a sus familias por el 1-O, pero asombra que no lo tuvieran al prometer sus cargos abrazados a la desobediencia
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
A 80 días del prometido referéndum unilateral, todo se ignora sobre sus preparativos. A estas alturas del 2014, la Generalitat ya había encargado la fabricación de las urnas y papeletas de la consulta del 9-N, y se ultimaba la modalidad del censo. Como responsable de la logística de aquella votación, concebida como no vinculante, Joana Ortega llevaba meses tomando decisiones ejecutivas. Nada de esto se puede afirmar aún acerca del 1-O.
Sucede que, durante la azarosa gestación del 9-N -primero consulta, luego proceso participativo-, emisarios de CiU, PP y PSOE negociaban en secreto para minimizar los daños; de ahí que la votación fuera al cabo tolerada. La ruptura de ese secreto hilo de confianza entre Artur Mas y Mariano Rajoy explica la posterior condena del primero, así como el rearmamiento legal del Estado para frenar futuras intentonas.
Desde entonces, las cartas están boca arriba. Un año más tarde, tras el frustrado plebiscito del 27-S, Mas trató en vano de salvar la cabeza encadenando a los suyos a la desobediencia 'cupaire'. Para imponer la independencia en 18 meses, según la primera hoja de ruta del 'hereu' Carles Puigdemont, o para desconectar de España referéndum unilateral mediante, de acuerdo con la segunda. Mutaba la táctica, pero la férrea oposición del Estado era una constante.
El Govern Puigdemont vive hoy momentos de grave zozobra por las dudas de 'consellers' y altos cargos sobre la viabilidad del 1-O y sus temores por el peaje personal que deberán pagar. Porque, como argumentó Jordi Baiget antes de ser fulminado, una cosa es exponerte a la cárcel y otra arruinar a tu familia.
TODO POR NADA
Ambos, dudas y temores, son perfectamente legítimos, y están íntimamente conectados. Se entiende que un buen patriota arriesgue su patrimonio si tiene garantías de que el premio será la consecución de un Estado propio que, sin duda, sabrá recompensarle. Pero perderlo todo a cambio de nada, más que de héroes, es propio de necios.
Asombra, con todo, que quienes prometieron el cargo abrazados a la desobediencia juzgasen entonces más plausible y menos gravosa para sus intereses la secesión unilateral que poner las urnas.
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