ANÁLISIS

Un paso de gigante

Mas ha estado de nuevo a la altura de las esperanzas más exigentes depositadas en él

TONI AIRA

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Hace una semana escribía en este diario que era "una vez más, la hora de Mas". Podía no haber sido el caso, otro en su lugar posiblemente no habría cedido, pero ciertamente, de nuevo, Mas ha estado a la altura de las esperanzas más exigentes depositadas en él. Estaba claro que el mejor servicio que ahora podía hacer al país era dar un paso al lado, ante la perspectiva de unas elecciones anticipadas de resultado incierto no solo a nivel de su proyecto político, sino sobre todo en clave de país.

Y lo ha hecho. Da un paso de gigante para entrar en la historia política de este país en la fila de los presidentes y grandes líderes que marcaron un momento político y de cambio. Y da un paso de gigante también eso que conocemos como "el proceso". ¿Hacia dónde? Esto lo veremos en los próximos tiempos, pero de momento ya podemos asumir que el proceso está vivo.

Mas, el mediocre tecnócrata que describía la caricatura a la contra en sus inicios, ha demostrado que este retrato le queda alejado y ha vuelto a sorprender a propios y extraños. De nuevo también a los propios, a los de su casa, conste. Y ha vuelto a demostrar que a pesar de las reticencias y las desconfianzas que todavía hoy despierta, seguramente era el hombre adecuado en el momento adecuado. Y se marcha pero no. Es decir, que no se jubila y se dedicará a rehacer lo que muchos le han reprochado que precisamente por su dedicación al Gobierno y al proceso ha dejado más de lado en los últimos años: su partido.

Él no se ha referido a Convergència tanto como a su "espacio político". Sabe que el partido debe ser rebasado más que rehecho. Debe ser reposicionado más que reubicado. Debe recibir una potente transfusión sanguínea que lo renueve a fondo sobre todo en cuanto a la credibilidad perdida, pero también en cuanto a la definición y actualización que necesita para adaptarse a un contexto, a un momento y a un país que esta fomación política , desde la centralidad, ha ayudado como pocos a componer.

El sentido de país de Convergència, a pesar de su hoja de servicios al frente de las principales instituciones durante décadas, muchos aún lo ponen en duda, especialmente al hilo de sus excesos del pasado. ¿Y ahora? ¿Alguien podrá decir a Convergència y a su líder que no se han mojado como nadie por la independencia? Ahora tienen este activo y solo falta que sepan ganar y poner en valor también credibilidad en la vertiente social y en su definición ideológica. En esto puede ayudar el perfil de Carles Puigdemont, hasta ahora alcalde de Girona, periodista de fuerte injerto local y de sensibilidad política fijada en el centro-izquierda.

Pero si de algo también ha sido sinónimo Convergència históricamente es de gobierno y de estabilidad. Ahora vuelven a tener a un representante suyo al frente del Ejecutivo, y tendrán carteras importantes, junto con representantes de Esquerra independientes. El gobierno queda salvado y además tendrá estabilidad parlamentaria. Muy importante. Un paso de gigante. Clave, si quieren tener opciones de futuro varios actores implicados pero muy especialmente el proceso soberanista.