Peccata minuta

¡Pasajeros, al tren!

JOAN OLLÉ

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Miércoles, 6 de abril, 21.30 horas, andén de la estación Lleida-Pirineus. Media docena de siluetas oscuras esperamos el convoy que nos ha de llevar a la cama. Un altavoz: «Se encuentra situado en vía 2 tren AVE con destino a Barcelona-Sants. En breve va a efectuar su salida». Pero no, el tren no estaba allí, como tampoco se adivinaba en la lejanía una luz en movimiento advirtiéndonos de su voluntad de llegar. Por fortuna, ninguno de los presentes obedeció a la voz, ya que se habría precipitado contra los raíles poniendo en peligro su integridad física y su sentido común. Pero tampoco nadie gritó: «¡Mentira, aquí no hay ningún tren!», ni compartió mirada alguna de perplejidad con los otros esperantes: el andén, cansadamente silencioso, como aquellas pinturas de Paul Delvaux pobladas de desnudas y espectrales vírgenes nocturnas bañadas por una luna de leche. Al cabo de unos minutos, cuando el tren llegó, ninguna voz amplificada certificó, tal vez por sentido del ridículo, su presencia. ¿Para qué repetirse?

Imagino que a la muy sofisticada tecnología de nuestros trenes cinco estrellas debe importarle más lo que debería ser que lo que es, la relojería que la realidad. Ya no son tiempos de jefe de estación con gorra y banderita chillando: «!Pasajeros, al tren!». Ahora, a tal hora en punto se dispara una voz bilingüe y pregrabada, y, si el tren no está, es asunto suyo.

EL ACTUAL ESTADO DE LAS COSAS

No esperen, por favor, que caiga en la banalidad de criticar a Renfe ni a Adif ni a la madre que las parió, sino más bien quiero agradecerles aquella voz en el vacío que me ayudó a entender, más que mil libros y profesores, el actual estado de las cosas. Me explicaré: ¿Por qué vamos a dudar de Rajoy cuando responde con la mano en el pecho a Évole que su actual máxima preocupación es luchar contra los corruptos de su partido, cuando su voz -pregrabada y plasmada- lo deja tan y tan claro? ¿Por qué las voces de radios, televisiones y diarios critican tan duramente a los presuntos acusados de esconder pasta en Panamá cuando la megafonía no para de repetir que lo suyo es tan legal como la pena de muerte en algunos estados de EEUU? ¿Por qué, encomendándonos a Santo Tomás, no logramos ver entre nosotros las llagas de ningún refugiado si la calculadora oficial los cifra en 17.680? ¿Por qué cuando algunos oímos hablar de la República Catalana pensamos en reinos de ficción, como el Liliput de Gulliver o el Pepperland de los Beatles, mientras las máximas autoridades locales nos aseguran que ya se vislumbran sus potentes faros a la salida de la curva, presta a estacionarse en el andén principal?

La gran ventaja del AVE es que si el tren llega con retraso te devuelven parte del dinero.

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