VIAJE A LA ANTÁRTIDA (Y 13)

Paraísos perdidos

"En la Antártida se vive en una burbuja en que algunos de los puntos cardinales de nuesto universo quedan en suspenso."

La tripulación del 'Hespérides' y el equipo de rodaje del documental sobre la Antártida visitando la base argentina Primavera.

La tripulación del 'Hespérides' y el equipo de rodaje del documental sobre la Antártida visitando la base argentina Primavera. / periodico

ALBERT SOLÉ

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La localidad argentina de Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, con permiso del pequeño puerto militar chileno de Puerto Williams, ha sido el punto final de nuestro viaje. Es el momento de rebobinar la memoria y de recapitular el alud de vivencias y encuentros que ha supuesto este viaje antártico y también el momento de retomar contacto con la realidad, después de este paseo por uno de los lugares más mágicos del globo. Y lo es por distintas razones.

A poco de desembarcar del 'Hespérides', Pepita Castellví ha hecho un comentario que me ha hecho pensar mucho: "Acordaos de que aquí se utiliza el dinero", ha dicho nada más abandonar el muelle de atraque y volver a ver coches, tiendas y gente paseando. "Y además hay noche", he añadido yo.

Efectivamente, en la Antártida se vive en una burbuja en que algunos de los puntos cardinales de nuesto universo quedan en suspenso. No hay dueños, no hay territorialidad e impera la solidaridad por encima de cualquier diferencia. La preservación ecológica es la única ley, y científicos, técnicos y militares viven en una especie de simbiosis donde los objetivos supremos son la ciencia y el conocimento. Nada más y nada menos. Dicho así, parece demasiado bonito y en este mundo cruel nada es gratis.

Obviamente que todo este esfuerzo tiene un coste importante para el erario y los sistemas de ciencia de cada país y que además mucho del conocimiento adquirido es codiciado y a menudo financiado por las grandes corporaciones. Sabemos que algunos países están únicamente aquí por interés geopolítico como sabemos por Yves Lacoste que la geografía puede acabar siendo un arma de guerra. Pero no es menos cierto que el Tratado Antártico garantiza que hasta el 2047 se mantendrá el actual 'statu quo'.

La memoria del planeta

La esperanza es que, para entonces, el mundo entero haya entendido la joya que tiene en sus manos, que este sea el gran laboratorio de cooperación científica internacional, el último reducto para la utopía. Aquí se encuentra la respuesta a muchas grandes preguntas, en el hielo está atrapada la memoria del planeta. Aquí se estudia el agujero en la capa de ozono, el calentamiento global o la dinámica de placas tectónicas. Los estudios sobre el permafrost se trasladan directamente a la misión en Marte. De todo esto hemos estado hablando estos días.

A mí, que a mis años empiezo a estar viajado y resabiado, cada vez me cuesta más emocionarme con paisajes y lugares. Me parecen cada vez más intercambiables. La Antártida no. Es distinta. Lo más hermoso que he visto.

No puedo más que mostrar mi agradecimiento a todos quienes han hecho posible el éxito de este viaje. A Miguel Ángel Ojeda, 'Micky', coodinador de la campaña y a los responsables del CSIC y del Comité Polar. A todo el equipo de la base Juan Carlos I, comandado por Jordi Felipe. Gracias Iñaki y Arkaitz por el viaje en moto de nieve por el glaciar de Livingston, a todo el destacamento militar que mantiene la base Gabriel de Castilla y a su comandante Álvaro Kroner, quien además nos guió por los escarpados montes de la isla Decepción. A todos los técnicos de la UTM que hacen que la máquinas funcionen, a los científicos que solapan con una pasión sin límites las carencias y dificultades, a la tripulación del 'Hespérides' y al comandante Jaime Cervera (cuántas horas pasadas en el puente junto a Jerónimo López hablando de lo divino y lo humano). Gracias al equipo de apoyo, Gema Val, Roberto Figueroa y Cristina López en Barcelona. Gracias a Hans Hansen, Marc Casademunt, el equipo de rodaje, por aguantar el ritmo incesante de trabajo, mis dudas y mis cambios de guion de última hora. Pero sobre todo, a Pepita Castellví por haber aceptado abrir su paraíso perdido cuando ya lo habia cerrado. Pepita, eres una estupenda compañera de viaje, siempre de buen humor, compartiendo barracones austeros, frío y jornadas maratonianas con todos nosotros sin una queja. A todos vosotros, mi agradecimiento sincero por haber hecho fácil lo dificil.

Este proyecto empezó casi como una intuición. Espero haber sido capaz de trasladar con este blog, que aquí termina, la intensidad de la aventura vivida. Será un buen augurio para la película...

Todos tenemos lugares que recordamos desde la nostalgia más profunda. Ahora ya sé por qué a Pepita y a Antoni Ballester se les llenan los ojos de lágrimas cada vez que hablan de la Antártida.

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