El futuro de Europa

Paradojas europeas y catalanas

Cuanto más interfiere la UE en las políticas nacionales, más crece el rechazo ciudadano a una mayor integración

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JOSEP BORRELL

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Las cuestiones europeas deberían jugar un papel importante en la próxima campaña electoral, porque condicionarán las políticas del próximo Gobierno.

Por razones políticas, la Comisión no nos ha multado, aún, por el excesivo déficit que nos deja Rajoy con sus electoralistas rebajas fiscales. Podría hacerlo después de las elecciones, pero crece el sentimiento de que el débil crecimiento en la Unión Europea necesita más estímulos que sanciones. Y -no hay mal que por bien no venga- nuestro excesivo déficit ha contribuido a la recuperación del 2015, como en Alemania el mayor gasto (6.000 millones de euros en el 2015) por la acogida de 1,15 millones de refugiados explica 0,15 puntos adicionales de crecimiento del PIB.

Ese débil crecimiento, consecuencia de una mala gestión de la crisis del euro y del carácter incompleto de la unión monetaria, es una de las multicrisis de la UE, con riesgos políticos como el Brexit, el de Grecia y la avalancha de demandantes de asilo. Esta última refleja la falta de solidaridad entre sus estados, la deriva populista, xenófoba y antieuropea y la violación de los valores en los que se basa la UE. De estas crisis solo podría salir completando su integración, pero no existe la voluntad política necesaria para ello.

RECELOS EN EL NORTE, RECELOS EN EL SUR

Esta es la paradoja europea. Cuanto más interfieren las instituciones europeas en las políticas nacionales, imponiendo restricciones sin estar suficientemente legitimadas para ello, más crece el rechazo ciudadano a una mayor integración política. En el sur, porque se tiene la sensación de que aunque cambien de Gobierno no pueden cambiar las políticas de excesiva austeridad dictadas «por Bruselas». Y en el norte, porque consideran que se les imponen contribuciones no previstas en los tratados para ayudar a un sur indisciplinado.

Los ahorradores alemanes culpan a la política de bajos tipos de interés del Banco Central Europeo de la pérdida de rentabilidad de sus ahorros, y a Draghi de ser el responsable del auge de los movimientos populistas y antieuropeos. Para estabilizar la unión monetaria, coordinar las políticas macroeconómicas y dotar a Europa de una política exterior, de seguridad y defensa común, hoy más necesaria que nunca, se precisa más integración. Pero esta se rechaza porque se percibe como la causa de los problemas de la UE más que como su solución.

LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS, DETERMINANTE 

El presidente Obama, en su discurso de Hannóver, nos recuerda que la integración europea es uno de los mayores éxitos de nuestra época y que somos los herederos de un combate por la libertad, alertándonos del peligro populista y de los riesgos del Brexit. Pero al mismo tiempo Austria ha estado a punto de elegir un presidente de extrema derecha, el primer ministro de Hungría quiere convocar un referéndum para incumplir sus obligaciones de acogida a los refugiados, discriminándolos por su religión, y en Polonia la herencia de Solidaridad la dilapida un presidente católico ultraconservador.

Creímos que los problemas que se plantearían con la ampliación al este serían de naturaleza económica y resulta que son sobre todo políticos. En eso consiste también la paradoja europea. Su reacción a la crisis de los refugiados será muy determinante del futuro de la UE, porque esa crisis es la que más favorece a los nacionalismos y los populismos de derechas y de izquierdas. Y no es exagerado pensar que puedan desintegrar el proyecto.

Para evitarlo haría falta un gran salto adelante en la integración política, que deberían impulsar Francia y Alemania, aunque con toda seguridad no participarían todos los 28 estados. Si no somos capaces de hacerlo, la UE puede morir lentamente o caer en la insignificancia.

UNA DEFENSA CON RECURSOS PROPIOS

Obama también nos ha dicho que los americanos no van a pagar por nuestros riesgos y que los miembros de la OTAN tienen el compromiso de aumentar su capacidad defensiva al 2% del PIB. ¿Recuerdan cuando Mas nos decía que una Catalunya independiente gastaría poco en defensa porque sería miembro de la OTAN y eso lo abarata mucho? Pues el 2% del PIB de Catalunya son 4.000 millones de euros, una factura «barata» según Mas.

Esa cifra equivale al coste que estiman para todas las estructuras del nuevo Estado. No se sabe ya si esa clase de argumentos reflejan ignorancia o una manifiesta voluntad de engañar. Como cuando el señor Junqueras dice que el Estado español obtiene financiación del BCE al 0,05% y hace un gran negocio prestándola después a Catalunya a un tipo 16 veces superior. En realidad el Gobierno español no obtiene ni un euro del BCE, porque le está expresamente prohibido financiar a los gobiernos y la deuda a 10 años le cuesta el 2,5%. ¿Esas cosas tan básicas no las conoce todo un vicepresidente económico? Es paradójica la impunidad política y mediática de la que gozan las falsedades con las que se fomenta el sentimiento de agravio.