Para una buena regulación del consumo de cannabis

CARLES CAMPUZANO

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Desde América nos llega la ola de la regulación del consumo de varias drogas. Se trata de un viraje considerable en el enfoque de un problema de salud pública y también de un problema de seguridad, tanto en el ámbito nacional como en el ámbito internacional. El nuevo planteamiento se centra en la idea de despenalizar el consumo y regularlo, con la idea de controlar mejor y evitar los efectos perversos de una actividad económica sumergida tan enorme.

En el origen de todo, encontramos de forma evidente el fracaso de la lucha contra el narcotráfico, a pesar de décadas de guerra contra las mafias y esfuerzos ingentes de las agencias gubernamentales. Se constata que la corrupción y la criminalidad asociada a las drogas siguen campando y que la crisis del Estado de Derecho que se vive en un número importante de países latinoamericanos tiene que ver con las mafias de las drogas y su infinita capacidad de comprar voluntades y ejercer la violencia. Naciones Unidas constata que el negocio ilegal de las drogas mueve anualmente unos 400.000 millones de dólares. El poder del narcotráfico es inmenso y pudre jueces, policías, militares, funcionarios y políticos. Hace pocos días hemos vivido un nuevo drama relacionado con esta realidad con el asesinato de 43 jóvenes estudiantes en el estado mexicano de Guerrero.

De momento, empiezan a ser numerosos los Estados de los Estados Unidos que han avanzado o avanzarán próximamente en esta regulación, en especial del cannabis.

Y es que también en los países avanzados, la política de lucha contra las drogas no ha evitado la existencia de tramas delictivas poderosas, del incremento de los ingresos a las presos de personas relacionadas con el negocio de las drogas (en España, las personas encarceladas por delitos relacionados con las drogas representan entre un 70% y 80% del total) y de graves problemas de salud pública. Especialmente entre los más jóvenes, derivados del uso y el abuso de las drogas.

El debate abierto no plantea el hecho de liberalizar el consumo de las drogas, y convertir estas sustancias en un producto más del mercado, que funcione según la lógica de la oferta y la demanda, en un mercado competitivo, sin restricciones de ningún tipo. Ni tampoco estrictamente de despenalizar su consumo individual, tal y como hemos hecho en muchos países.

Se trata de dar un paso más por la vía de regular, de forma inteligente, el consumo de algunas sustancias bajo determinadas condiciones, con la idea de aflorar el negocio ahora oculto, garantizar la salud pública de los consumidores, evitando el riesgo de la banalización de su consumo.

El debate también ha llegado a Catalunya, con la necesidad de regular las asociaciones y clubes sociales de cannabis, con una propuesta concreta del Departament de Salut de la Generalitat, que debería dar seguridades y certezas con el rango legal que le corresponde. Hace varios años fuimos pioneros en el tratamiento de las personas adictas a la heroína, con una política audaz, que acompañaba las personas que padecían la adición de esta mortífera sustancia o en las políticas de atención a las prisiones.

Y seguro que habrá que hacer nuevos pasos, en la dirección de Colorado o Washington. Catalunya puede ser de nuevo pionera en este nuevo enfoque. Habrá audacia, rigor y mucha pedagogía, pero vale la pena para combatir, con inteligencia, uno de los grandes problemas de nuestro tiempo.

Post publicado en el blog de Carles Campuzano