¿Para quitarse el sombrero?

JOAN / Tapia

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Lo han proclamado muerto muchas veces pero el caso es que Artur Mas tiene más vidas que un gato. En el 2003 perdió ante Pasqual Maragall y se le dio por liquidado (a CDC también). En el 2006 ganó a Montilla, pero el tripartito aguantó. Por fin, en el 2010 -tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut y el descrédito de Zapatero- ganó como candidato business friendly y gobernó durante un tiempo con el apoyo de Alicia Sanchez-Camacho (aunque no se lo crean, es cierto). Luego puso proa a la independencia pactando con ERC tras el duro resbalón de las elecciones anticipadas del 2012. Y ahora, el antiguo business friendly renace como número cuatro (pero jefe) de una lista conjunta con ERC que abre un antiguo eurodiputado de ICV (y de IU) en el Parlamento Europeo. Desde luego, tenacidad no le falta. ¡Para quitarse el sombrero!

Al final ha conseguido imponer la lista unitaria con Esquerra (más la ANC y Òmnium Cultural) a la que Junqueras se negó con contundencia tras el triunfo de Mas el 9-N del 2014, cuando no celebró la consulta pero si logró transformarla -con habilidad y la impagable ayuda de la propaganda contraria del PP- en una cívica seudoconsulta. Al final, Mas ha demostrado más carácter que Junqueras. Pero también se ha impuesto porque las cosas se han complicado para ambos.

En noviembre, Artur Mas quería la lista única para ganar por goleada. Ahora tiene dos objetivos: salvar los muebles e intentar ganar de penalti. Las encuestas dan a CDC un máximo de solo 34 diputados. Arrastrando una minusvalía de 16 escaños (de 28 respecto al 2010) solo podría liderar la retirada. Necesitaba el oxígeno de una lista transversal para exhibir músculo de victoria. Y Junqueras también ha perdido fuelle. En noviembre creía que ganaba (algunas encuestas lo decían y había pasado en las europeas). Hoy está estable pero detrás de Convergència, pese a que esta sufre una hemorragia. Pero lo grave no es quedar detrás de CDC sino que las encuestas -esa es la razón principal del paso atrás del dirigente republicano- lo sitúan en empate técnico con Ciudadanos y Podemos. Y Junqueras tiene un miedo cerval a acabar como la cuarta fuerza política después de haber enervado -al rechazar la lista única- a todas las Muriel Casals y Jordi Sànchez del mundo.

Ahora Mas está peor que en noviembre pasado, pero Junqueras también, porque no recupera los votos que pierde Mas y hay fuga de votos independentistas hacia la CUP y Podemos.

Tras el acuerdo, el 27-S la lista unitaria será la primera. ¿56-58 escaños frente a 22-23 de la segunda? Y hay tres variantes. Uno: que esa lista sumada a la de la CUP obtenga mayoría absoluta en diputados y el 51% de los votos. Entonces Catalunya entrará en una fase de aguda inestabilidad porque habrá un choque frontal con el Estado. Dos: que tengan mayoría absoluta en escaños pero solo el 46% de los votos (es lo que dice la última encuesta). Se armará un lío inmenso que es difícil que acabe bien. Tres: que la lista más la CUP no alcance por poco los 68 diputados. El independentismo habrá perdido, pero Catalunya será ingobernable porque, hoy por hoy, no veo una mayoría alternativa.

Y eso pese a que todas las encuestas (incluso las de la Generalitat) dicen que el independentismo retrocede (poco) y que los que lo apoyan no pasan del 42-44% frente al 50-52%. Para la de La Vanguardia solo un 38% ve en la independencia la mejor solución. Otro 38% prefiere la reforma de la Constitución, y otro 18% se inclina por una lectura flexible de la Carta Magna. ¿Tiene más crédito en Catalunya el remedio de Pedro Sánchez que el de Mas-Junqueras?  Es irrelevante, porque gobierna Rajoy, que no ha sabido ni encontrar -como hizo Aznar- un Josep Piqué de discípulo acompañante. ¿También para quitarse el sombrero?