El futuro de Catalunya

Para qué Societat Civil Catalana

La idea de la secesión no nos conviene económicamente, no se justifica políticamente y nos divide

JOAQUIM COLL

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Mi nombre ha aparecido ligado a la creación de Societat Civil Catalana (SCC) y alguien me ha preguntado con media sonrisa, ¿qué hace un chico como tú en un sitio como ese? A lo que he respondido, primero, que para estar en SCC no hace falta ser de derechas ni de izquierdas, pero tampoco dejar de ser nada de lo que uno es. Y segundo, que esta asociación no nace para estar en contra de una consulta. Muchos consideramos que democracia y secesión son términos difícilmente compatibles, y que votar la partición de un país es un escenario indeseable que es mejor evitar. Pero SCC tiene otro objetivo que puede ser compartido por mucha gente, también por federalistas y gente de izquierdas. Se trata de expresar un razonamiento obvio, pero que en el clima general que vive Catalunya, dominado por un discurso eufórico y voluntarista sobre la independencia, cuesta hacerlo sin temor a ser tachado de unionista o españolista. SCC quiere evidenciar la idea que la secesión no nos conviene económicamente, no está justificada políticamente y nos divide socialmente.

LLEVAMOS CASI dos años asistiendo a debates económicos sobre las consecuencias de una hipotética independencia. Pese a que las cifras son farragosas, la conclusión es sencilla: aun en el caso improbable de que hubiera una ruptura de terciopelo, los costes a corto plazo superarían los posibles beneficios. En cualquiera de los escenarios, sufriríamos una caída brusca del PIB. No hace falta acogerse a los pronósticos más severos, que hablan de pérdidas del 20%. Hasta los más optimistas reconocen caídas nada desdeñables, en una horquilla que va del 4% al 9%. Si en estos años de recesión hemos perdido en Catalunya más del 6% del PIB, imaginen las consecuencias de otra caída parecida para el empleo y el bienestar. Académicos comprometidos con el proceso, como Germà Bel, reconocen que se trataría en el peor de los escenarios de un sacrificio que afectaría a una generación a cambio de  la «libertad nacional» y prefieren situar los beneficios en un futuro inconcreto. Los riesgos y las incertidumbres de un proceso de esa naturaleza son evidentes. Negar con tanta terquedad como hace Francesc Homs los avisos de la Comisión Europea es tan irresponsable como ridículo. En resumen, si con la independencia alguien cree que saldríamos antes de esta crisis, como insinúa Oriol Junqueras, se equivoca o engaña, pues a corto plazo solo nos haría más pobres y, por tanto, los más perjudicados serían otra vez las clases populares y trabajadoras. Esto desde la izquierda hay que decirlo claro y fuerte. No solo es que la secesión sea un mal negocio, sino que además no está justificada, pues los catalanes no vivimos sometidos en democracia. La prueba más palpable es que el Govern y las instituciones de la Generalitat promueven libremente un proceso secesionista y alientan un imaginario de ruptura unilateral. ¿En cuántos países europeos dejarían actuar de forma tan desleal? No existe una razón fiscal ni cultural que permita afirmar que sufrimos un trato opresivo. El cacareado robo con el que se ha envenenado el alma de muchos catalanes está académicamente desacreditado y algunos economistas que se dejaron llevar por la primera ola populista en el 2012 ahora se arrepienten y niegan haber utilizado jamás el término expolio. En el terreno cultural y lingüístico es imposible ignorar que el catalán, gracias al autogobierno, ya no es una lengua minorizada, sino en muchos ámbitos hegemónica, como en la enseñanza o la administración. Convertir ciertas polémicas en dramas existenciales, no responde a la realidad de los hechos. Otra cosa muy diferente es que la diversidad en España siga teniendo déficits de reconocimiento.

EN TERCER LUGAR, un proceso de ruptura choca y violenta la identidad de la mayoría que compartimos en grados diversos catalanidad y españolidad, entre otras adscripciones. Únicamente aquellos que consideren que ser catalán y español es incompatible pueden encontrar justificado emprender algo que nos perjudica. Seguro que alguien dirá que me olvido de la sentencia sobre el Estatut. Fue desgraciada, aunque más por la forma que por el fondo. Pero toda la reforma estuvo mal planteada desde el principio hasta el final. En cualquier caso, nada justifica que debamos infligirnos ahora un mal.

El camino no es una secesión ruinosa, sino la reforma federal. Ahora bien, si dejamos que se instale el equívoco sobre la independencia como la solución ideal, el federalismo solo será apreciado en el mejor de los casos como segundo plato. Pero SCC es plural y no defiende un modelo territorial concreto. Su cometido es otro. Movilizar el rechazo a la ruptura y defender la unión en la diversidad. Debe hacerlo sin renunciar a las emociones y símbolos comunes pero, sobre todo, de forma pragmática y racional.