¿Para qué debe servir la política?

"Me ha molestado profundamente lo poco que ha ocupado en los debates políticos de estos días la gravedad de las alertas sobre la pobreza"

Un grupo de ciudadanos cogen comida caducada de un contenedor de un supermercado, en Barcelona.

Un grupo de ciudadanos cogen comida caducada de un contenedor de un supermercado, en Barcelona. / periodico

LAIA BONET

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Esta semana pasada hemos conocido dos contundentes –y estremecedores-- informes. El primero, de la organización Cáritas (que complementa su contundente Informe Foessa de marzo de este año), que alertó sobre la creciente pobreza y desigualdad en España. Más de tres millones de personas viven con menos de 307 euros al mes y hay casi 5 millones de desempleados. Sin embargo, crece el número de multimillonarios. Y el segundo de la Federación Internacional de la Cruz Roja que hizo público ayer un dramático informe 'Think differently. Humanitarian impacts of economic crisis in Europe', en el que expone la gravedad de la situación social en nuestro continente, y el empeoramiento de la situación desde el anterior informe de 2009. Los datos sobre España son tremendos. Cruz Roja atiende a 2,4 millones de pobres cuando hace cuatro años eran 900.000.

Por si faltaran datos, hasta el mismo Consejo de Europa también ha publicado un duro informe sobre el impacto social de las medidas de ahorro. Nils Muiznieks, el comisario de Derechos Humanos del Consejo que visitó España el pasado mes de junio, ha emitido un duro informe sobre el crecimiento de la pobreza y su relación directa con los recortes sociales, poniendo especial énfasis en la pobreza infantil.

Se confirman tres realidades críticas: a) La pobreza ataca a colectivos que no solían estar en situación de riesgo. b) La realidad es peor que lo que muestran las estadísticas oficiales. Se considera que el “umbral de la pobreza” se encuentra en 625 euros al mes, pero la media de ingresos de las personas que atiende Cáritas se encuentra en bastante menos: 345 euros al mes, muy cerca del umbral de pobreza severa (307 euros). c) Se multiplica el efecto erosionador del tiempo que sitúa en punto de no retorno a los desempleados de larga duración. El riesgo a la miseria crónica es real.

Me ha sorprendido (me ha molestado profundamente) lo poco que han ocupado en los debates políticos de estos días, la gravedad de las alertas publicadas. Las dudas sobre el sentido de la política para alguien que la ama y la vive como yo lo hago, me atormentan: ¿para qué debe servir la política? Hacer política es trabajar por el bien común, por una sociedad de valores y, en mi caso, por una concepción de la justicia y la fraternidad que se subleva –y busca resolver- estas profundas desigualdades.

La diferencia entre ricos y pobres aumenta aún más en España donde, según un estudio del banco Crédit Suisse (deben conocer bien nuestra realidad), había en 2012 402.000 personas con más de un millón de dólares, 47.000 más que el año anterior. “Se incrementa la desigualdad en España, con el valor más elevado de toda Europa: el 20% de la población más rica concentra 7,5 veces más riqueza que el 20% más pobre", dice el informe de Cáritas. Es escandaloso. España no saldrá de la crisis así. Esto solo beneficia a muy pocos.

Necesitamos, urgentemente, otro rumbo. Otra política, con otra política fiscal y nuevas concepciones del desarrollo económico y su promoción. Empieza a cundir una sensación de desasosiego y de impotencia entre muchos ciudadanos que no ven como sus oportunidades se garantizan y aumentan, sino que se cuestionan y disminuyen. Sería, además, triste y paradójico que nuestros Gobiernos y determinadas fuerzas políticas confundieran algunos números macroeconómicos como indicadores de superación de la crisis y, a la vez, que mucha gente no pueda salir adelante. Estoy convencida, también, que es en las ciudades donde, especialmente, este combate requiere y reclama nuevas maneras de intervención y nuevos compromisos.

Con estos datos, es casi un insulto que el 'president' Mas (y el presidente Rajoy) no sitúen en sus prioridades el combate contra la marginación crónica. Hay que reaccionar. Y abrir nuevos horizontes, para evaluar sus posibilidades y sus beneficios. El debate sobre la necesidad de una renta mínima o básica, por el hecho mismo de ser ciudadano, es necesario y urgente. Suiza, por ejemplo, lo decidirá en un referéndum, al que seguirá otro sobre los límites y los porcentajes entre los sueldos más altos y los más bajos en las organizaciones públicas y privadas, impulsado por jóvenes socialdemócratas. Los retos están abiertos... mientras que en Catalunya y España parecemos ignorarlos.

¿Para qué debe servir la política? Pues también, y especialmente, para abrir debates sociales como el de la pobreza. Su invisibilidad "mediática" no guarda ninguna relación con su durísima visibilidad cotidiana para millones de personas. No podemos continuar así. Por eso hago y haré política. Porque me rebelo.