Para Bauzá, destruir al enemigo es mejor que pactar con él

Josep Maria Quintana

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Vamos directos a la confrontación (confiemos que verbal y pacífica), pero la confrontación acaba por pudrir las relaciones y el estallido final se produce de una forma u otra. Y no nos engañemos: el estallido conlleva siempre una desgracia. Después, cuando ya no hay nada que hacer, vienen las lamentaciones y los condicionales (“si yo hubiera actuado...” “si ellos hubiesen cedido...”), ante los cuales sólo cabe uno ‘Ara és hora Pere meu!’ como frase lapidaria.

Y cuando hablo de la confrontación estoy pensando en las Baleares y también en Catalunya. Ciertamente que por cuestiones diferentes y de alcance poco comparable, pero la forma en la que Bauzá ha encarado el conflicto que se está produciendo en las Baleares en materia de educación se parece a cómo Rajoy está encarando el conflicto con Catalunya, por bien que los dos lo hacen de manera diferente, a pesar de que el desencuentro entre las partes es total y absoluto tanto en un caso como en el otro.

En las Baleares, tenemos un presidente Bauzá que se siente fuerte y legitimado por los votos, el cual decide seguir la doctrina Aznar de la confrontación de ideas hasta la derrota final del adversario. Por qué al adversario no se tiene que intentar comprenderlo, simplemente se le tiene que derrotar. En el conflicto catalán, Rajoy ha perseguido lo mismo, pero actúa de otra manera: ha dejado que el conflicto se pudra confiando que el enemigo acabaría dividiéndose (que es también doctrina Aznar). Sólo últimamente –muy últimamente- parece que intenta enfrentarse de cara.

Sea como fuere, ninguno de los sistemas puede acabar bien. En el primer caso, porque el enfrentamiento radical y absoluto con el cuerpo de docentes y con los consejos escolares de padres que no acepten las propuestas del gobierno autonómico, hará saltar per el aire el sistema educativo y aumentará el fracaso escolar. En este sentido, la amenaza creciente de sancionar a los directores que ha hecho la consejera, la de hacer caer fuego del cielo sobre los enseñantes que no cumplan las directrices de la consejería, no ayudará poco ni nada a resolver un conflicto que –en esto tiene razón Bauzá- no persigue reivindicaciones laborales o de sueldos, si no la modificación de una política educativa que los enseñantes consideren profundamente equivocada. De aquí su fuerza, por qué, en el conflicto de les Balears, los enseñantes i los padres no reivindican intereses privados (personales o profesionales), si no colectivos. Ellos no se mueven por egoísmo, si no por unos ideales.

En el caso de Catalunya, el gobierno de Rajoy ha estado tan incapaz de ver la dimensión que acabaría tomando la reacción catalana por el derecho a decidir, que ha dejado perder todas las posibilidades de acuerdo, creyendo que dejándolos solos, los catalanes se estrellarían. Pero cada día que pasa la reacción es más grande y la solución se presenta más difícil, porque lo que se tendría que haber resuelto con un cambio del financiamiento, ahora ya no se resolveré si no se permite un referéndum (el resultado del cual no puedo prever). Y el referéndum exige una reforma constitucional a la cual Rajoy se niega (mientras el PSOE plantea una que no tiene nada que ver con el derecho a decidir).

La gravedad de lo que está sucediendo en Catalunya es de tal magnitud que se me hace difícil definir el alcance, ya que, más allá de los intereses económicos de los catalanes, que sin duda están ahí, el cierre en banda de Rajoy ha despertado una lucha clara por un ideal que, sólo hace dos años, era muy minoritario: el de la independencia; ideal que crece cada día y que puede acabar siendo tan vivo, tan sentido, que, como en el caso de los maestros, no se achicará ante las amenazas, cada vez más activas por parte de los hombres de Rajoy, de la expulsión de la Unión Europea y, por lo tanto, de la soledad. El “preferimos estar solos que mal acompañados” es al final un sentimiento que se da y que no tenemos que menospreciar en situaciones extremas.

En cuanto al problema de Catalunya, esta semana se ha producido un hecho muy significativo del posicionamiento del gobierno de Rajoy, aunque la que ha sido protagonista parece que no quiere darle importancia. En efecto, Alicia Sánchez Camacho, la líder catalana del PP, ha salido literalmente rebotada cuando ha elevado a su partido una propuesta de cambio del sistema de financiamiento. Primero ha sido Cospedal, la que le ha cerrado la puerta en las narices. Después Montoro, el cual ha asegurado por activa y por pasiva que no hará nunca ninguna diferencia entre les comunidades autónomas, olvidándose, supongo, de la realidad de Euskadi y de Navarra, que son dos claras excepciones.

Pero no han sido sólo Cospedal Montoro los que han salido en tromba contra Sánchez Camacho. También lo han hecho Ignacio González (Madrid), Alberto Fabra (València), Luisa Fernanda Rudi (Aragó) y José Antonio Monago (Extremadura), los cuales han puesto el grito en el cielo ante una propuesta que no criticaba la solidaridad interregional, pero que quería poner un límite cuando esta solidaridad empobrecía injustamente el donante.

Incluso Bauzá ha dicho que no a la propuesta, cuando, si la analizamos bien, esta era muy favorable a los intereses de las Baleares, que somos contribuyentes limpios. Pero a Bauzá le es más rentable políticamente hacer anticatalanismo que aceptar una propuesta de financiamiento que mejore la situación catalana y, també, la balear. Ya lo he dicho antes: destruir al enemigo es, para él, mucho mejor que pactar.

Post publicado en quintanapetrus.com/