Pánico al silencio

TOMÀS NAVARRO

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No podemos soportar el silencio. El otro día colgaba en Facebook un vídeo en el que se recogían los sonidos del bosque, concretamente de un bosque del Cadí, en la comarca de La Cerdanya, en pleno Pirineo. Ese mismo día me cruzaba con una persona corriendo en medio de la nada, en medio del bosque, rodeado de montañas, en el mejor de los escenarios y con la mejor banda sonora posible.

Le saludé. No me correspondió el saludo. Al cruzarse delante mío llegué a observar que estaba desconectado de tan maravilloso entorno por unos auriculares. Imagino que iría escuchando música.

No podemos conectar con la experiencia si no ponemos los cinco sentidos en lo que estamos haciendo. Pero nos da miedo el silencio. Nos empeñamos en hacer ruido para no tener que escucharnos.

Creemos que el ruido lo tapa todo, pero no es así. Corremos desconectados, trabajamos desconectados, amamos desconectados, comemos desconectados… Siempre con ruido, siempre huyendo del bello silencio.

Siempre he valorado el silencio. Siempre me ha molestado el ruido, pero últimamente más. Vivo en mitad de un valle rodeado de montañas, alejado del pueblo más cercano, alejado del ruido. Por la noche no se escucha nada… Absolutamente nada.

Siempre he buscado el silencio. En el mar, en el bosque, en las montañas y cuando más cerca estoy del silencio absoluto, el amargo y tóxico ruido se ríe de mí y me provoca unos molestos acúfenos que siempre me acompañan, de día y de noche, en el mar y en la montaña, en el silencio y en el bullicio.

Quizás el amargo ruido se quiso vengar de mi por mi rebeldía y mi insolencia. Qué más da ahora…  Siempre he valorado el silencio. Ahora más. Lo perdido duele. No entiendo el motivo por el que tenemos miedo al silencio. ¿Por qué la gente huye del silencio? ¿Acaso tienen miedo de escuchar esa voz interior que intenta decirle que tiene que revisar algunas áreas de su vida?

¿Qué diálogo tienes contigo mismo? ¿Te estás ignorando a ti mismo? ¿Qué quieres callar? Posiblemente la mejor estrategia para poder disfrutar del silencio es la de atender los mensajes que tu cuerpo te está pidiendo.

Te invito a que vengas a la montaña a pensar, a disfrutar de su silencio. Eso sí, no vengas con el quad, ni con la moto, no vengas con auriculares, no vengas con compañía que te distraiga. Ven solo, adéntrate en el bosque, escucha su silencio. Conecta con él y conecta contigo mismo. Escúchate. Deja de ignorarte. Deja de culparte. Deja de atacar a otras personas. Deja de culparlas.

El ruido adopta muchas formas. A veces en forma de necesidad de reconocimiento, a veces en forma de vanidad, de un ego exacerbado, de agresividad o de narcisismo. Huimos de la tristeza sin saber que es una emoción necesaria para poder vivir, para poder evolucionar. La tristeza no es más que una focalización en el silencio interior. ¡Qué miedo! Mejor hago ruido…

Permítete estar triste, que no deprimido, y escúchate. Interpreta sabiamente lo que estás escuchando y empieza a tomar decisiones. La tristeza te va a ayudar a encontrar el valor que necesitas… Queridos, queridas, tu alma no se silenciará hasta que no le atiendas. Queridos, queridas, vosotros podéis disfrutar del silencio, no alcanzo a entender por qué motivo buscáis el ruido con tanto anhelo…